RICARDO ALVAREZ

1- ALGUIEN... -- 2 - MI BUENOS AIRES QUERIDO y CONFUNDIDO

1- ALGUIEN...

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Ella que peregrinó

el tiempo de los verdes pinos

en la hora del celeste acacia,

lleva sus ojos de fantasía

con ígnea nitidez de lava

incrustada en el mar.

En el orbe expone su figura de carne.

En la diaria fuente de plaza

las ruas con afanes

giran reflejo de cristales.

 

Sonámbula y con hambre

camina tras su sombra y

en cada paso diluye una aurora.

Señora de nadie.

Dama de Alguien.

Ha rentado su mortaja eterna

en el oneroso menú de las tinieblas,

cuando abre la puerta

de su loft entra primero su soledad

de alma que inverna y

diseña pálidas guirnaldas

en lápida anticipada.

La noche entra con sus muertos

por las ventanas y

el aire desvencijado de sus amores

huye sin saludo

por la escrudiñosa mirilla de su portada.

Su corazón se hizo madero de violín incierto,

rasgando su arcón en la ópera

donde cantan las serpientes su emboscada,

Los ángeles amanecen al espejo y

se diluyen al giro de su cuello en reflejo.

Su desértica mirada se torna aislada

en la planta plástica de clorofila inventada

y siembra su maceta sarcástica.

La anegada riada en sus lagrimas sueltan brea

el balcón acopia su tristeza maculada.

 

 

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2 - MI BUENOS AIRES QUERIDO y CONFUNDIDO

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El brillo ya no anda

tras las filas del colectivo.

La araña postrada en el camino

perdió su hilo de horrores y

la presente rata citadina

anda de la mano con su enemigo.

 

En el tren antes humano

viajan corbatas,

faldas ajadas,

tribus febriles aguerridas y

en los rieles indolentes

no cae ni una lagrima,

ni un sudor conurbano amigo.

La sociedad se ama con romanticismo cretino

y mancha la entereza del Buenos Aires querido.

 

El taxi hace su parada de mano con racana lupa,

busca el idioma extraño que suena a monárquica Calcuta.

Los hermanos del abasto sueltan su mano

al patíbulo de las cebras blancas recostadas al asfalto.

Dios ha perdido su escrutinio

en los confusos semáforos.

En una pagoda se halló una cruz,

en una iglesia un icono.

la sinagoga perturbada

abrió el portal a un Otomano y

y la intolerante fila del colectivo,

apostó prioridad en la mordida del canino,

sin importar ni Alá, Jehová ni el Satanismo,

si iban delante de los caminos

sentados al primer cubículo de importantes

o en el furgón eruptivo de los mortales,

donde el veneno del periódico en comida

transforma la estadística veraz en mentirosa pesadilla.

 

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