Veronica M Cepeda

AIRES BUENOS VICEVERSA

 

Camino por el intestino de esta ciudad que me recibe con sus luces y sombras, ancha en el abrazo, casi sofocante.

Sin pedir permiso llegan a mi nariz los olores: las frituras en aceite de soja, el humo de los puestos de choripan, un perfume de secretaria, el hedor que sube desde la boca subterránea, un kiosko de flores ofrece su primavera de invernadero, mis manos sudan y despido nicotina en perlas…Buenos Aires, chiste porteño.

Un edificio encandila al sol con su soberbia de cristales, otro da testimonio de glorias vencidas en esta capital con ínfulas de Europa en el cono Sur (otro chiste porteño).

La pobreza se pinta de colores para que la veamos y las paredes de la villa 31 son arco iris frente al espanto de los buenos vecinos que esconden su miseria detrás del lujo de doscientos metros cuadrados con decoración minimalista…La Biblia y el calefón: este sí es un buen chiste porteño.

Sigo la inercia de un pie después del otro, mi cuerpo enfrenta con valor a la muchedumbre que satura las veredas, aprieto la cartera contra mi (no sea que me la arrebaten), veo un colchón contra la pared y a su dueño merodeando para no perder el sitio para esta noche, un niño pide limosna, una moneda cae en su mano para darle paz a alguna conciencia- por lo menos por un rato-, un auto de lujo hace su recorrido de pavo real por avenida Del Libertador y mis ojos no salen del asombro.

Una nostalgia de tangos -casi ridícula- me envuelve la cabeza y de pronto comprendo a la perfección que esta ciudad a la que juzgo por sus extremos, es copia fiel de  contradicciones que nos caminan la sangre. En cada argento, palpita Buenos Aires.

 

 

 Verónica Mabel Cepeda ®