ivan rueda

CUANDO NOS JUGAMOS LA VIDA

 

Hoy necesito desenfundar mis labios

y descargar a bocajarro la pólvora de mis besos

contra todos mis prójimos,

amigos o enemigos,

transeúntes todos de las calzadas de esta vida,

Quisiera destejer las alambradas,

arrancarles las puntas de sus odios

y dejarlas a oscuras con sus miedos,

sin opciones de faroles o luciérnagas.

Revocar los muros, las paredes,

abrir las cerraduras de las puertas

con una llave de sol o de jazmín

y recorrer los aposentos de mis otros

con una tromba de amor sin prejuicios.

Ya sé, me doy cuenta y soy consciente

de que somos unos pésimos humanos,

hipócritas que ensayamos

simulacros de amor ante el espejo

para consumo exclusivo de nuestro ombligo.

Nos viene como un traje a la medida

este tiempo tan ególatra y mezquino

propicio a explotaciones y explosiones,

este mundo cada día más mediocre

donde Dios cada vez existe menos

como un heliotropo sin luz en la penumbra

pero esto no es óbice

para que de repente, me entre un ataque ternura,

con espasmos de cariño en mis fundos,

con sumas de cánticos y gozos

en medio de una calle en hora punta

y por lo tanto, necesite desbocarme humanamente

como un equino de diez dedos en sus manos,

con su kilo y medio de cerebro

hasta esos cuerpos que me son, por lo común, indiferentes,

hasta esas multitudes de ojos y orejas

que, por lo general, ni me miran ni me escuchan

para personalizarme seriamente en sus agentes,

para rodearlos con mis brazos de ser vivo

y decirles a un milímetro de sus rostros

que a pesar de resultarme tan extraños

y, a la vez tan sobradamente conocidos,

los amo en un alto porcentaje, mayor de lo que piensan,

y que nunca es suficiente el amor que se declara,

el amor que expele nuestro aliento

cuando está en juego el lado más hermoso de la vida.