Frances Villa

Humanidad

La incomprensión de mis semejantes me conmueve tanto que logro pensar en los árboles canturreando en la indiferencia de un viento que imagina apuesto.

El verde de las hojas tambalea en el crepúsculo de un acontecimiento dorado carente de sensibilidad.

El viento fluye en mis manos y no las siente. Es difícil creer que existe tanta indiferencia en un mundo tan hermoso.

Al igual que el viento en la primavera, somos en este mundo tan indiferentes a las flores, a lo hermoso de los campos verdes en la colina de los bosques.

Tan indiferentes a la luz que se niega por las mañanas, cada día cuando se despierta y se dice: “es tarde, debo marcharme”. Tan indiferentes a la humanidad.

Porque esta no consiste en ser solo pedazos de carne que se mueve y que al despertar de un largo sueño se dice: “es tarde, debo marcharme, debo ir a trabajar”.

Y es que nos falta tanto para considerarnos humanos, que siento que cada vez... nos alejamos más.