PETALOS DE NOCHE

PUNTO FINAL. Los finales siempre terminan comenzando...


La noche esta difusa,
flamea con las banderas

en el mástil de la discordia...


La noche esta quieta, se arrincona entre arañas;
tras tejidos que poco hablan... -cadáveres-

La noche y sus silencios, la noche calla...



Y en este silencio..., me desvelo,
a contar estrellas,
-a veces hablando quietamente-

y
a
veces
muriendo
en
mis
párpados,

-a veces agonizando en mis ojeras-
cuando más la noche muere...

Y qué; queda, cuando las miradas pasan,
se detienen; y en un vacío se acoplan a las sombras,
tras la muerte de un Poeta,
cuando más se quita la boca
para callar entre letras
versos, y la tristeza mata del alma...

Pasan cadáveres con el silencio en sus ojos,
el brillo apagado en astros,
y la noche tímida, -mustia-
en la zozobra de apagar
el lamento de un dibujante
exponiendo su tinta
entre lágrimas de un mar muerto...

(Y sí no hay palabra que invite a una sonrisa, no hay algo que se sienta, y sí no hay un ojo que explique y que me lea, tan vez la decadencia de escribir se lo lleva la noche y con ello los poemas, quizás el tiempo acalle la tristeza, y el dolor de un Poeta)

Y
no
quedarán
zapatos

para encomendar la luz
sobre pies mutilados
-en el asfalto-
cuando
menos

sobre
mis
dedos

sobre la boca que mastica versos,
en el tilde muerto en las estrellas,
cuando menos sé de mi existencia...


Y no quedará habla
para menguar un poema,
-y en la solicitud de la espera-
no quedará tiempo,
para encerrar la nostalgia,

ni la inspiración
que se pierde
en la sonrisa de un sol muerto
-macabro asesina mis letras-

en el paradero, donde he partido,
tras la quebrada muerte del silencio...

Cuando
menos

que
me
hablan,

y en el deceso, me siento,
hablo tonterías,
parafraseo la vida,
encerrando mis latidos
sobre la libertad de escribir,

la libertad de dibujar,

la libertad de amar,
la libertad de morir,

cuando menos me sé, saber
que las huellas
cuelgan del universo

y entre lágrimas,
la lluvia cae lentamente... 


Y en la ausencia siento, siento morir mis dedos...,

-tras el descanso- la noche se gesta
entre el mástil de una bandera arrugada
-el desvelo de mi cara-
se aparta, más allá de un crujido,
-cuando ya mis huesos-
se tuercen, y mis pies caen,

cayendo
en
caminos
heridos,

en la sangre
de
la
tinta
desparramada,

en el lodo
de
cada
sentimiento,



cuando menos me sé; saber que en letras siento,
y más me sé, que en versos muero...



Perderme donde la luz se marchita,
-en la cerilla- lágrima, quemadura de la vida,
entre el aire seco, -sin humedad-
cayendo despacio, -como los pinceles-

que vi desaparecer en la noche alfilerada,
allá donde corazones
son atravesados por el dolor,
donde
me
han
atravesado

con
el
alfiler
de
la
angustia,



cuando menos me sé, saber que existo,
en la realidad donde adjunte una pieza de dómino
en el final que comienza a vivir,
y cae, se mueve, vuela,
moviendo
las
piezas
de
mis
pestañas

en
dirección
a
la
muerte,

cuando más sé, que mis pasos se pierden...


Y qué quedará de la poesía,
sigue quedando en libros,
páginas, hojas arrugadas,
y el soneto de los ojos perfectos,
cuando más aman y sienten
el significado de un poema;
más, saben de los versos,
de la métrica y los bosquejos
achurados en sus sueños...

Y qué de andar entre sombra y sombra;
buscando
el
libre
albedrío
del
arte,

cuando
más
se
encierra

entre ataúdes fingiendo ser poesía...

Sí de la oscuridad no hay lamento;
-en este silencio-
donde me quedo:
"con mi barra de "cereal bar"
masticando la energía,
modulando la música de fondo,
el piano quebrado,
y la sonoridad de un violín melancólico,
cuando menos me sé
la partitura de punto final"

cuando no tengo palabra
para agudizar la pieza musical de la vida,

en este tiempo,
en murallas, en el vuelo...

Y ahora que me distraigo,
no pienso, no sigo,
y me detengo,
clavo mis huellas,
en la distancia...

Muriendo, muriendo, muriendo,
sin saber de las miradas, -de las sombras-
de las almas pegadas a ventanas...


Aquí
en
la
soledad,
masticando
el
cereal,

y en la levitación transgrediendo pesadillas
en hojas blancas,
donde
el
poema
muere,

y
con
ello
mueren
palabras,

la literatura falsa, el arte sin belleza,
y la música sin ecos ni bocas, ni dedos, ni cuerdas, ni aire, ni nada...


Y aquí errante, muerto me muerdo los labios,

mitigo la soledad, y en ella soy vida,
y en ella quizás, soy ausencia,
la muerte me llama,
cuando menos sé de palabras,
cuando menos me sé,
y de la existencia soy muerte,
y de la muerte soy limbo,

-donde las aves chocan entre sí-
y vuelan al revés,
-invertidos sus polos-
al volar caer,
y al caer vuelan,
-donde las arañas les esperan-
con el arrullo del descanso,
los dedos cerrando sus párpados,
y el silencio entre dientes,

cuando menos me sé el verso siguiente;
y el vacío acaba en un sonido quebrado...

¡El grito! ¡El alarido! ¡El silencio!

Y el "habla" siendo cárcel de este lamento,
entre pies doblados, caen mis pies y mi silencio...

Y

no
dibujará
versos,

ni la palabra sin mueca,
y

no
me
dejará
llevar,

y
fuera
un desertor de la poesía,


quedaría el mar tatuado de lágrimas,
en
la
zozobra
de
mutilarme

-con la angustia de no manchar- 
la hoja pálida; cuando más la quiero,
ultrajar
a
versos,
-besos poéticos-


Y en mi silencio los puntos suspensivos vuelan,
en la libertad mis dedos se tuercen
mis ojos se desvanecen
y a mi boca se le caen los dientes...

Y siento que muero,
y
hoy;
y mañana
seré
y
soy
silencio.


Y el punto final
roda en la agonía
de verme escrito
en la letanía de borrarme
entre manchas 
y un poema
agonizando
cuando menos
sabe que es la poesía...

El punto final cae,
como la lluvia
de un universo sin astros.

 

 


                                                                       Joel Parra...
                                                                       Y el punto final
                                                                       en esta isla.