Diaz Valero Alejandro José

La niña que no podía ver las estrellas (3/10)

CAPÍTULO 3. Una triste confirmación

 


Luz Marina regresó de la escuela y después de almorzar realizó sus tareas escolares con mucha ansiedad. Deseaba que llegará pronto la noche para llamar a su hermana a su habitación y comprobar que ya podía observar el cielo en todo su esplendor.

 

Apenas anocheció comenzó a mirar el cielo, y allí de nuevo estaba la luna luciendo su cuarto menguante, igual que la noche anterior. Entonces llamó a su hermana para que la acompañara a mirar el cielo, alegando que desde su ventana se veía mejor la luna.

 

-Como la ves, Lucía, le preguntó a su hermana, que así era que se llamaba.

- En realidad no muy bonita, yo prefiero la luna nueva, cuando luce grande y redonda ocupando más espacio en el cielo.

Y Lucía, emocionada por el espectáculo nocturno, prosiguió: -  Lo que si me gusta son las estrellas, ¡es que hay tantas!, ¡son como las hijas de la luna, y vaya que ha sido una madre paridora!.

 

Luego Lucía guardó silencio, su intuición de niña le hizo adivinar que aquella no era la mejor noche de su hermana. Así que le dio su abrazo de buenas noches y se retiró a su recámara a dormir, para por la mañana levantarse bien temprano y contar a sus amigos de la escuela. la cantidad de estrellas que había mirado desde la ventana de su hermana.

 

Luz Marina al quedar sola en la habitación, dio rienda suelta a su llanto. Las lágrimas corrían por sus mejillas y eran tan abundantes que mojaron su almohada; eran tantas como estrellas había mirado su hermana Lucía esa noche a través de la ventana de su cuarto.

 

-          Mañana en la mañana, no tendré nada que contar con respecto a las estrellas- fue su último pensamiento del día, antes de caer profundamente dormida.

 

La noche se hizo larga para Luz Marina. Esa noche confirmó con tristeza que ella no podía ver las estrellas y su hermana sí. Quién sabe si mañana o pasado ambas se igualarán; bien que ambas veran las estrellas, que era lo que soñaba; o bien porque ambas no pudieran verlas…¡Que era lo que temía!

 

El cielo seguía brillando

con estrellas que fulguran

y ella seguía de modo extraño

sólo mirando la luna.


Continuará...