La arena nunca acaba de descender
en mi reloj que no decide que hora es,
La oscuridad no asusta, ni el frío es problema
cuando tu arcoiris en mi horizonte se cuela.
Mis manos sudan si intento evocarte un verso,
tímidas, pero llenas de esperanza.
Mis ojos y sus anteojos me censuran
cualquier falda que no sea la tuya.
El mundo tiene otro matiz,
mi cordura me cuestiona por si las dudas,
convulsiono de recuerdos,
me enfermo de suspiros,
me hastío de manos ajenas a tus piel.
Me volví un árbol enraizado en tu patio
soy un Colón colonizado,
orilla para este marinero
que encontró el puerto ideal.
Cuando es uno el que ama
el mono aprende de cerrojos,
se civiliza, se quita su disfraz.
Pero sobre todo, si uno es el que ama;
aunque al alma que hace de control remoto,
tanto amor no le baste;
aguardaría en primera base,
por otra vida o realidad,
donde tenga la oportunidad
de desafiar la gravedad.