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Paisajes


Mi cuerpo tiembla con los años,
mi esencia vibra con la edad,
y debido a esta obviedad,
me quedo en paz, en relaños,
arrimado a la precisa equidad.


Mi fe, hoy, se asienta en materia,
mi fuerza es un trozo que hay,
entre huellas y alejadas estrellas,
cuales mecen desde su lejanía la tierra,
con influjos invisibles,
desde el hueco escondido de su hogar.


Mi voz resuena, se halla tan adentro,
que resulta imposible de tocar,
mis actos demuestran la importancia de la piedra,
nadie puede de su peso dudar,
son el cobre que conduce,
no a quitar con la resta, sí al multiplicar;
miden primero para luego contar
exponiendo aquello que acontecerá.




Es fugaz su destello; el disfrute de carne,
visual que se deshace...con término finito.
Es como maleable y dócil barro
la figura, su forma perece perdedora;
y aunque fuera de porte desgarbado o esbelto,
bebe de las arrugas y marchitando encoge,
mengua como un reseco corcho, él se deslee.
Anudándose al baño espartano de relojes
nuestro cuerpo oxidado chirría y envejece,
como aquel sonajero quedado a la intemperie.



No excede su valor del jornal de un calendario,
y por defecto conlleva en su existencia
la duda que se afianza en el polvo: controversia.
Pues vaga saludando al misticismo y la ciencia,
y aparece a caballo como sombra difunta,
debajo de una lápida -la carne- hundida en tierra.




Un precario tenaz habita en su atractivo,
en el volumen del cuerpo,
el cual como tal se extingue,
vorazmente, sin remedio.




Diseccionada como rígida forma,
mi materia es la vela se derrite;
imprevisible.
Resguarda como al líquido botella
y adorna mi pasar estando esencia.
Floto con ella en mis viajes
y termina mellada por carcoma
o por moho; como madera.


318-omu G.S. (BCN-2012)