Diaz Valero Alejandro José

El niño que tenía un sueño dorado (Capit. 9 y 10)

Hoy como regalo a mis apreciados lectores decidí dejarles los dos últimos capítulos de mi cuento para no hacerles más larga la espera del anunciado final del sueño dorado de un niño llamado Bernín; un cuento que nació de mi imaginación y que dividí en 10 capítulos como un divertido experimento que me dejó muchas satisfacciones. Les agradezco grandemente esa espontánea visita día a día y la paciencia que demostraron  para esperar el ansiado final de la historia. Un abrazo!!! 

 

 

Capítulo 9: Fiesta en el pueblo


En el pueblo todos estaban de fiesta, todos celebraban la llegada de aquel niño que con su arribo al pueblo había llenado de riqueza amarilla aquel poblado, porque todos al salir a recibirlo contemplaron entusiasmados el tesoro que había en la granja, era el oro de los campos, pues ese día los frutales amanecieron más amarillos que nunca, para recibir a Bernín en su regreso a la granja.

 

Así pues que los árboles de mandarina, lucían sus esplendorosos frutos amarillos, al igual que las guayabas,  y los mangos; todos listos para beneplácito de aquellos habitantes que alegremente se dispusieron a recoger sus cosechas.

 

Bernín contempló todo muy feliz, y entendió que esa era la realización de su sueño dorado; sueño que cada día amasaría en sus manos en cada faena del campo que realizara para la siembra en la granja.

 

De pronto una nostalgia invadió de nuevo su cerebro, ese era un sueño realizado, era la amarillez de un sueño compartido, pero él sentía que faltaba algo más… Algo que convirtiera aquel sueño en algo mucho más grande… Y así, pensando en cómo lograr eso que faltaba se durmió aquella noche contemplando la luna que en el cielo brillaba y que parecía sonreírle al asomarse por la ventana.

 

Un sueño tal vez abreviado

puede crear confusión

al pensar que lo soñado

ya tuvo realización.

 

Pero el soñador verdadero

tenaz, valiente e inquieto

piensa en el sueño primero

y vuelve a crearse el reto.

 

 *****


Capítulo 10: Oro para todos


Bernín al día siguiente se despertó todavía pensando en su sueño, parece que el sueño de la noche se había juntado con el sueño de su vida, y miles de luces se encendieron en su cerebro. Miró el cielo tal vez buscando a su amiga luna y no pudo hallarla. En su lugar estaba un radiante y esplendoroso sol que con sus rayos de oro alumbraba la comarca.

 

Con sus ojos entrecerrados, encandilados por la luz, fue despertando poco a poco al nuevo día. De pronto…¡Una idea!!! Sí, una idea brillante. El sol; rayos de oro; fortuna para todos… Eso es!!! Gritó dando saltos en la cama; Bernin no resistía tanta emoción, la emoción de tener tan cerca la posibilidad de cumplir su viejo sueño.

 

Así que ese día comenzó a trabajar en función a ese descubrimiento que había hecho en la mañana. Pensó en la energía solar, como una solución perfecta para los problemas energéticos de todos los países, ya que como es universal y gratuita puede ser aprovechada por todos los habitantes de la tierra. Ese día la mente de Bernín ideó las Placas Solares, para producir energía directa con la captación de la luz del sol y sin contaminar el planeta. Allí en ese sueño de fabricar un dispositivo que transforme la energía solar en energía aprovechable por todos, era pues, definitivamente el gran tesoro escondido, el oro puro emanado de los rayos del sol que como riqueza descubierta por él podría compartirla con todos los habitantes de la tierra.

 

Y así el mundo entero, supo admirar y apreciar el sueño dorado de aquel niño, que se convirtió en científico,el científico que inventó las placas solares haciendo de su viejo sueño, el más radiante despertar del universo.

 

Que gran felicidad

que dicha compartida

saber que ya es realidad

el gran sueño de una vida.

 

No hay obstáculo ninguno

que frene a los soñadores

las dificultades se vuelven humo

para así salir vencedores.

 

FIN.