ALFREDO

HUANCHACO

La playa y sus arenas me saludan,
sus olas retroceden
como si quisieran protegerse.
El sol apenas y me cubre,
el ocaso lo embelesa
en su negrura.
Las  aves se alimentan de los fines.
Lo vasto del océano me atemoriza.

Se siente la apatía
de  mareas
y  de orillas:
se oyen golpes musicales
y una pelea definitiva.
El mar duerme como un niño,
el cielo se enternece
porque ve plácido a su hermano.
El infinito aparece en un caballo.

La luna llega con su trono,
con sus teas
con su rostro plomo
y con poetas.
Lo oscuro se desprende de las luces
y nos pinta, con
sus sombras gigantescas.

El sol se disipa brevemente,
otras luces, inventadas, aparecen;
sólo la playa conserva la esencia de ese acto
de aquel hermoso adiós,
que sol y luna, nos ofrecen.