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Deletreada

 La lectura de un poema requiere del olvido,

olvido del tiempo,

olvido de prisas.

Un poema conlleva el reencuentro,

trae sorpresivamente (sin faltar a la cita)

emotivos recuerdos de vida.

 

 

 

Lenta por atenta, muy lenta,

mi vista, se apresta curiosa a observar,

la calidad de conjuntados grafismos,

que con tinta decoran la realidad abasteciéndola

de una suave tonalidad,

que hace hasta a la fealdad hermosa.

 

 

Mi mente se acoje a la mirada

y degusta embelesada la lectura;

descifra mientras disfruta.

Mi vista recorre las letras impresas

por la gracia de la poesía,

y se disuelve su contenido

por los pasadizos de mis entrañas.

Letras que, como regalo envuelven

deliciosos y libres versos,

así, como clásicos que son guardianes

de sostenidos y omnipresentes valores y criterios:

 

 

Por costumbres ancestrales,

por culturas precisadas u obsoletas,

por individuos, sociedades,

o por la fe de acertadas o erroneas creencias.

Prolíficos, ingeniosos poetas inventan...

Un nuevo color para que sea siempre

contemporánea la caducidad del arco iris.

El dulzor en un limón para que sea agradecida

la ácida fragancia del limonero.

Inventan...el soplo que hace oler y ver,

por el que entusiasmado siento y converso.

El poeta descubre:

tanto los horizontes inalcanzables

como los sueños entrañables

que están todavía por llegar.

El poeta denota con la huella de su tinta

todo aquello que significa respirar,

todo aquello que es la vida.

Igual pisa sobre raices que elucubra con la ficción.

¿Será que igual se sostiene equilibrado

sobre la alquimia de la locura y la razón?

El poeta pisa tierra firme

y sin temerle a nada,

viaja por los espacios y visiona.

Acoge él la opulencia del mistico interiorismo,

la creación que simboliza al optimismo; 

y al tiempo es capaz,

de trasladarse a las tinieblas donde perecera él mismo.

Él escribe,

su silencio entre hojas blancas

delata que habla por los codos.

Él acierta y se contradice.

Su contradicción reposa en las posibilidades que caben,

en el respeto vitalicio por la expresión,

en una informal causa llamada: el libre albedrío.

El poeta hasta sucumbe momentaneamente o se hiere,

al barajar a la propia contradicción cuando escribe;

pero nunca ceja y se responde.

Con versos aplomados y de calibre

contesta a la inhospita incertidumbre,

instintivamente se contesta.

 

 

Lento leo la gracia hecha con poesía.

Lento leo que, encuentro esparcidas por las estrofas

grandes minucias acostadas entre enormes detalles.

Y me invade el gozo de saberme descrito, identificado;

y al así sentirlo me siento tan común y pequeño...

que me doy por completado.

 

 

Y allí, mayormente encerrado,

en los poemas se guardan

los pasares y azares de muchas vidas.

Vidas que visitan y agolpan en los cajones de mi estancia.

Vidas descritas con la belleza de una instantanea,

bajo el orden irrefutable fruto de la perspicaz

-del poeta- imaginaria,

que se aposenta juvenilmente en la combinación acertada.

Metáforas cuentan y conversan.

Entre los pasos de una realidad humana;

cual sólo contempla un tiempo estancado, bajo cadenas,

y éste, como perpetua condena sufrida,

con un reloj de bolsillo contando las arenas;

las alegrías y penas,

queda inmerso, en un tunel,

padeciendo latigazos de las manillas de las esferas,

como en galeras.

 

 

Todo poeta desglosa nuevos tiempos

no sufre de faltas,

ni de sentimientos.

Pero se honra de decir siempre,

que le quedan por contar...

le faltan por recitar...

algunos versos.

 

 

 

 

318-omu G.S (BCN-2012)