Venado Azul

Los caminos de Siyankán.

A los cuatro años de edad, cometí mi primer asesinato múltiple. Fue por encargo de doña Catalina Samanuel, la bruja blanca, mujer bonita y mejor trasero, esposa del teniente Federico Montoya, comandante en jefe de la guarnición militar, y dueño y señor de voluntades ajenas. La hija unigénita de la noche, la que se convertía en Xcau cuando sobre las brasas del chechén ardían las plumas del chupaflor, la que celebraba pactos escondidos con el brujo patadepalo, me encargó mi primer trabajo sucio.

“Cuatro chupaflores que arden sobre las llamas del subín enloquecen el corazón de todos los hombres". Dijo doña Catalina Samanuel, cuando extendí sobre la mesa los cuatro pájaros muertos.

Mi paga no tuvo límites. A cambio de mi silencio por las cuatro muertes, me regaló un cuerno de madera que poseía en cada extremo un ojo redondo, y milagroso. Desde entonces, bastaba poner ojo con el ojo del cuerno para que los faisanes que dormitaban sobre las ramas del guayacán, despertasen atrapados dentro mi tubo.

Los faisanes lloraban, y yo reía mucho. Eran míos, y solo yo los podía tocar...