Adrian VeMo

En la soledad del parque

 

 

No quise mirar 

por no gastar miradas en lo que nos queda por caminar,

quise mirarte a ti.

A ti huyendo de ti y viniendo a mí

ipso facto a mí.

Los dos cruzando el umbral del otoño

¡cómo atropella su frescura!

no temas que apenas cruzamos el umbral

y en el lomo de la noche hay un caparazón de tortuga

que no mide el tiempo.

Ponle color a este mosaico de Luna

y brillo a su hechizo.


Estábamos los dos en la soledad del parque

besándonos...


Me saqué las yemas de los dedos

y diseminé en tu cuerpo de muñeca rota.

Disipé el aliento en tu melena furiosa,

flama en negro.

Los cíclopes faroles soplaban la luz hacia nosotros

que nos escondimos en los pies de un árbol.

Así como la tierra bebe el agua

así bebió nuestro rubor

que dejamos caer

¡ya, es una hoja marchita el rubor!


Estábamos los dos en la soledad del parque

desnudándonos...


Hemos de irnos;

se encargará el rocío de la madrugada

a enfriar el calor que dejaron, tirados en el pasto,

dos animales salvajes.