Romanticologo

SER UN NIÑO

Pasos chicos de zapatos de niño, aquellos días en los que una sonrisa que casi era eterna vivía en el rostro, las pequeñas y delicadas manos que jugaban con las partículas de la arena y sin miedo a ensuciarse. Los abrazos, los festejos, los llantos… toda esa felicidad instalada en una anatomía minúscula y poco desarrollada, pero tan risueño.

 

Una vida que no sabía qué era el miedo, con una tarea de aprender  y seguir los pasos de un padre a quien admira, y la ilusión de grandes sueños y metas de una chica mente que desconoce lo que es el dolor, que es tan ingenua e inocente y tan pura a su vez. Con tanta imaginación que lo hace vivir en un mundo de fantasía, dónde cree ser un súper héroe con una grandiosa habilidad, sin saber que su más hermoso don es el de soñar, un chico que tiene la destreza de improvisar tantas cosas, que podría hasta enseñar que la vida puede ser tan hermosa.

 

Los pasos se han hecho más largos en sus zapatos, fue creciendo y ha perdido esa facultad de utópico quijotesco, su ocupada vida le ha quitado el tiempo de creer, porque ha extraviado aquel sentido único que le daba la niñez, esos sueños locos que solo a un infante se le pueden ocurrir, y que a veces motivan a continuar, a buscar, a seguir.

 

Un día su cuerpo se comienza a cansar, las arrugas en su carne son permanentes, la coloración blanca en su madeja, y los sueños olvidados explican el camino que ha recorrido. La vida que se comienza a formar en los recuerdos de sus mejores momentos, lo quieren  hacer volver a aquellos días dónde tanto disfrutó, dónde tanto rió, y un deseo de ser nuevamente ese súper héroe que un día creyó y soñó.

 

El laúd que no perdona está a punto de arrebatarle su vida, su cuerpo ha sido vencido por el tiempo que siempre gana, y mientras eso pasa, su alma le pide ser aquel niño que jugaba en la arena, y aunque ya no tiene fuerzas para caminar,  acostado en su cama comienza a soñar. Con sus ojos cerrados y casi moribundo imagina lo que para el podría ser un feliz final, y con una sonrisa cansada se duerme eternamente… su corazón deja de latir, pero su alma que es inmortal, vuelve a tener la alegría dulce de su niñez.

 

A veces la vida trae tantas preocupaciones, que nos olvidamos de lo importante que es soñar, de formar metas a partir de una aspiración, de sacar una sonrisa por un pensamiento en algún lugar. Los sueños que perdemos luego de abandonar la niñez, pueden traernos tantas alegrías, y es por eso no debemos nunca dejar atrás ese niño interior que vive en nosotros, que nos hace nos soñar, imaginar, ser innovadores y emprendedores, ese niño que nos distrae de la maldad que hay en el exterior, que nos alivia de las preocupaciones, que nos permite vivir más a plenitud y no ser esclavos de nuestras labores.