Carlos Fernando

RĂ©quiem

 

Recordar tu soledad me oprime el pecho,

me deja sin aliento. 

Cómo es difícil amar

cuando no se está dispuesto,

a renunciar a todo.

Sin esperar, a cambio.

Cuánto cuesta callarse

cuando el alma se duele

o la impaciencia triunfa

sobre el deber de amar

que ha de cumplirse.

Cuando el corazón ha de dividirse

a causa del recelo o del rencor.

A causa del miedo de recibir o dar; amor.

Oh triste placer ambiguo

que procede de la soledad. 

Con cuánta insensatez

se aferra la mente a los recuerdos,

al pasado que nunca

podrá volver porque el tiempo

solo avanza, jamás retorna.

Será por eso que se olvida

lo que recién pasó,

para cerrar los ojos a la verdad,

y poder regresar impunemente

a la infancia o a la juventud

que se quedó atrapada

como una mariposa

en la red de un cazador ocioso

que la atrapó porque sí, y para nada.

Para mirar como pierde el polvillo

de las alas cuando las agita

sin poderse liberar,

hasta quedar desgastadas cuando

pierden toda posibilidad de volar.

En esas horas donde mi alma

percibe tu soledad,

tengo que secar mis lágrimas

antes que broten, porque ya

no sirve llorar. Me duele mi fracaso,

jamás pude aliviar tu soledad

Ni supe cómo.

Imaginarte adosada al vidrio

de tu ventana, escudriñando el aire,

en silencio tarde a noche a tarde,

y nuevamente a noche.

Platicándole de cuando

en cuando a las sombras,

o a las hormigas, para no olvidarte

cómo hablar. O en un esfuerzo

por escuchar tu propia voz. Pensar en ello;

Me parte el alma en pequeños

fragmentos como se rompe un vidrio frágil,

y se hace añicos. Solo espero,

que al fin seas feliz como no fuiste en vida.

¡Madre! Reposa en paz.

No imaginé que te extrañaría tanto.

Esta vez;

La culpa es de Chopin y las

notas tristes de sus Nocturnos.