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UN DIA CUALQUIERA EN UN KIBUTZ

Amanece, Ariela salta de la cama y después de un aseo rápido prepara una taza de café y sale a la terraza. Acurrucada en su sillón saborea el humeante café. Este es el momento del día que le gusta más, cuando todo está todavía cubierto con un manto de niebla; el entorno se viste de misterio. Algunos árboles parecen fantasmas y si no fuera porque el paisaje le es tan familiar, tendría miedo.

El aire fresco y crujiente le hace tiritar, se cubre con la manta de cuadros rojos que se encuentra en el respaldo de la silla. Entrecorta el silencio los mugidos de las vacas que esperan la ordeña.

Se pregunta como lo esta pasando el torito que trajeron del kibutz vecino para preñar unas vacas; es que algunos miembros están contra la inseminación artificial; no es natural dicen.

Bueno parece que el torito la oyó, resuenan mugidos escandalosos, diría gemidos de excitación; galopes como una corrida de toros, ¡ ole! Bien bravío el torito se las tira con ganas.

¡U mm...!

Hoy la toca trabajar en la cocina, sale.

 

Merche DemBar

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