Stefania Valle Fernández

Para la marciana de la calle venusina.

Un soplo.

 

Aja, te pille ladrona de ojos negros.

Me extraña la disparates de tus sentidos.

Ayer te vi salir, roja espeluznante, y me atrapó uno de esos suspiros que dicen dejarlo a uno sin sal. Uff, como no decirle que casi se mueren mis parpados.

Ayer la piel se me intoxico a deseo, a crimen labial de vaginas exquisitas.

Le amé y me dije:

Que chimba!

Mi saliva sabe vino y su reproducción a gloria.

Hmm. Me callé. Saboreaba cada paso de su ombligo. Es escalofriante su belleza de niña buena tenebrosa.

Que joda ahora no podre dormir. La verdad ya no duermo. Usted me tiene en el limbo de la noche. Son las 3: 30 y su hermosura esta tatuada en mi piel.

Es que sos la venusina de mis bajos, la afrodita de mis ombligos.

Ay preciosa huele a marihuana del deseo, huele a cocaína virginal.

Parezco una letra individual ante su caricia que me es ajena, un susurro hablado a pies, a lenguas desatinadas de sonrisas…

Grito con euforia Diosa. Sos esa vaina corporal extraña, ese boomerang de placeres labiales, esa ampolla en mis pensamientos carnales.

Es que no quiero verle, usted duele. Me provoca un beso de ardor infartarte, de pies descalzos y miradas alucinantes.

No me haga caso. Mejor.

Iré a infartarme en el suceso de mis cobijas y mis almohadas.

No me espere