teresa ternavasio

PROSA

PROSA

 

Quise ser el adalid de mi propio destino y el destino se volvió tan pobre, que no valió la pena. Abisme la caída de  reinos, uno por uno.

Las amargas ráfagas en las dunas,  opacó  los amarillos del cielo y la luna mudó el planeta. Aluvión de sombras, sin días y noches, total confusión. ¿Se murió el mañana?.

En el péndulo del equilibrio que va y viene, ganó la locura y ya no tuve hambre, ni sed, ni alma, ni dolor. Soñé que soñaba y  lo soñado no existía, aunque allí estaba

El camino,  témpanos helados que ocultó la hierba y mató la flor

El recuerdo es  presente, sin memoria. Los fantasmas conviven con los retazos de esperanza y creo ver una nube en mi inventado cielo

Esta vida pasa rápido, sin embargo ¡qué lejos está la muerte!, porque ya estoy muerto.