ANEUDIS PEREZ

EL PRINCIPE DE LOS ATEOS

EL PRINCIPE DE LOS ATEOS

 

Artista eres… hacedor de maldad,

quien levanta su rostro

en contra de la verdad.

te crearon de luz para que iluminaras/

mas buscas las tinieblas

para ocultar tu rostro.

 

Ente lleno de mascaras,

enemigo de antaño…

peleas por un ideal vencido,

no te rindes aun sabiendo tu destino/

sólo vives engañando

y sembrando desde el huerto, disensión.

 

Prometiendo a tus súbditos mortales

ese reino en el cual eres vasallo.

 

Principito, dices no creer en Dios, pero crees;

sé que tienes miedo/ de tu muerte,

que vives en la incertidumbre, del que será…

 

Se te está acabando el tiempo,

la arena del reloj profético

casi termina su marcha.

 

Detractor de la verdad,

padre de mentira,

¿Por qué odias tu hacedor?

¿De quién heredaste el mal?

Perfecto anduviste en tus caminos/

hasta que garras de lobo

en tus ovejas manos demudaron,

reíste como hiena

mostrando tu cinismo,

mas tus frutos delataron

tu vil egoísmo.

 

Príncipe de los ateos,

de aquellos que no creen ni en su muerte…

tu trono lo has plantado en los aires,

entre nubes de abismos infernales/

eso heredaran, aquellos que te sigan,

el polvo y la ceniza de tus hornos,

un ideal perdido en lo eterno,

soledad y angustia en el averno.

 

Su memoria hecha escarcha,

y así su gloria/ disuelta por el sol,

por el ruin tiempo/ su amor en sepultura

y sus sueños sin nadie

que los sueñe en el silencio.

 

Lamento, cadenas, lago ardiendo…

en brea hecha la carne de sus huesos,

sus almas encerradas en cautiverio,

metida en la osamenta del recuerdo,

que vida tan maldita y sin consuelo

cual vivirán tus hijos en tu reino.

 

¿Por qué tú te complaces en hacerlo?

En lograr que otros sufran

tu sufrimiento,

ángel de oscuridad,

dragón siniestro,

pronto terminará tu triste cuento.

 

Ya veo descender desde los cielos

con cadenas en mano, al ángel bueno,

Miguel, quien te pondrá grillos de acero

y te echará a arder en fuego eterno…

arderás con los tuyos en tu reino/

por siempre, príncipe… de los ateos.

 

 

 

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