Las calles solitarias de este pueblo parecen tristes,
soñadoras y deseosas de tener tu presencia.
El aire que respiro no me emborracha;
y el cielo que me cubre me pesa sobre los hombros.
El día cae lentamente y las gotas de lluvia, silenciosas
me siniquean al traerme tu dulce, pero doloroso recuerdo.
Las veredas no tienen la suerte de guardar tus pasos lentos y seguros.
El denso aire de esta tarde, estúpida tarde,
no sabe lo que se siente al rozar tu suave piel.
No sabe mezclarse con tu perfume,
no entiende lo que yo quiero, y no me deja vivir.
No entiende la luz del sol que no puede iluminarme,
que no importa si es día o noche cuando tú no estás.
No saben los árboles que no alegran mi vida,
que es molesta la sombra que opaca mi soledad.
Y esto de tenerte y no tenerte en la tristeza de las calles,
con el estúpido aire que no me emborracha,
si no es contigo con quien lo comparto.
No me importa, no quiero caminar por estas calles,
porque se que aunque te busque, no te encuentro.
Y si te encuentro en la lluvia, de que me sirve mojarme sola.
De que me sirve buscar tu recuerdo, si me lastiman las gotas de lluvia.
Este pueblo de ti no tiene nada.
El cielo pesado sobre mis hombros me recuerda a nuestra noche,
Pero solo me trae recuerdos, y no quiero vivir de recuerdos.
No me sirven, no me importa.
Tu presencia es lo que quiero y morir en tus brazos,
bajo una luna lluviosa en las calles solitarias,
con un cielo pesado por el peso de tu cuerpo.