AdelaVila

Poeta de agua

¡Tribunal de la Santa Inquisición!

¿Justicia o vergüenza?

¡Prostíbulo de castidad!

Pienso seguir el siseo armónico,

el vaivén del devenir.

 

Frivolidad chabacana o traición

difícil son comparsas del poeta.

¡Ansía el Salmo, regalo del Don del Día!

Mas vierte agua sobre las ascuas

de la plancha de la codicia.

 

Fui a ver a doña esperanza,

y regresé con la estampa,

ésa que venden, alegremente;

que compra quien desesperado anda.

 

¡Charlatanes del Santo Oficio!

No me nombres,

no me des nombres

que en nombre de la clemencia

se han cubierto de riqueza y gloria…

 

Europa mía, de euro y anarquía,

¡para ricos!

¿Habéis pensado en ello?

Veo al obrero recontar sus escasas monedas,

¡ni le da para el bocadillo de mortadela!

Herrad los caballos o morirán,

¿no veis que van con los pies descalzos?

Y la incertidumbre laboral… también.

 

Demagogos, bajad el precio del sustento,

regad las piedras con leche fresca,

¡así alimenten al retoño del desempleado!

Acaso, ¿no son suficientes dos ojos para contemplar?

 

Tolero la pereza en su justa medida,

huyo de las palabras huecas;

¡A saldo, la docena de ninfas celestiales!

Cuán pena, poetas.

 

¡Ay, Eurípides, regresarán las hybris…?

Era de príncipes engreídos y sus esqueléticas doncellas,

¿darán empleo,

albergarán al mendigo en sus lujosos aposentos?

¿Lloro o río?

Hipnotizados nos tienen

con sus estentóreas opulencias

que ni son ni serán de alcance humano;

Tutankamón, ¿de dónde sale tanta riqueza?

¡Patrón, aumenta la quilla!

 

Miro a esas mujeres,

con sandalias de caucho reciclado,

confeccionando hermosas cestas

y lindos cacharros de barro…

A veinte céntimos la pieza.

 

Amor mío, perdóname

si en aquel momento anclé el querer.

La pena, viajera incansable,

va y viene por aguas y mareas.

Estelas de poetisa ignorante,

que nunca supo ser

ni rama fértil, ni ferviente manceba.