ALVARO J. MARQUEZ

LA BOTA ENVENENADA

Eran un par de actores ensayando una obra,

ambos tenían talento, capacidad de sobra

y ya se sabían de memoria los parlamentos.

Día a día los dos actores se preparaban

y buena, muy buena publicidad se daban

para asegurarse de llenar todos los asientos.

 

En el instante final de la obra en cuestión,

entre los actores debía haber una discusión

y un arma, una pistola uno de ellos sacaría.

Le dispararía a su compañero con acierto

y segundos después que éste cayera muerto

llegaría el final y el telón lento se bajaría.

 

Esa escena final varios días fue ensayada,

para que fuese un éxito no debía fallar nada,

era jalar el gatillo, uno matar y el otro morir.

El teatro tenía una sala muy grande, inmensa,

muy apropiada para que entrara la prensa

pues esta obra seguro daría mucho que decir.

 

Estaba ya todo listo, todo bien preparado,

el gran día para ellos al fin había llegado

y acudió el público a ver el gran estreno.

Cada una de las escenas causaba impacto,

los actores con botas ejecutaban bien su acto

entre los aplausos en un teatro muy lleno.

 

Pero algo de pronto les salió muy mal

porque al llegar la tan ensayada parte final,

la pistola por mala suerte no se disparó...

El actor al ver que el arma no funcionaba

algún nuevo parlamento se inventaba,

pero el otro actor para nada lo entendió.

 

El numeroso público estaba expectante,

al ver el arma sólo esperaban el instante

en que se disparara y el otro actor cayera.

Pasaron unos segundos muy angustiosos,

¿qué pasará? Se preguntaban los curiosos

y no había modo de que el disparo se produjera.

 

Bajando la voz un actor al otro le avisaba

que la bendita pistola no funcionaba

y no veían el modo de solucionar aquello.

Ante la mirada muy inquieta de la gente,

los dos actores por el estrés de repente

se sintieron con el agua al cuello...

 

Al del arma no se le ocurría ninguna idea

y como la situación se estaba poniendo fea,

miró a su compañero y le dio una patada...

El actor pateado lo miró algo extrañado

y cayendo y mirando al público de lado,

les dijo “la bota de él estaba envenenada”.

 

Todos en el teatro aplaudieron el final de pie,

si captaron lo que pasaba o no, no lo sé,

pero ésa fue sin duda una patada salvadora.

No hubo fracaso, ni escándalo ni alarma

y en la prensa luego salió que en vez de un arma,

en el teatro para matar usarán botas ahora.