Albin Lainez

deambulador nocturno

 

 

 

La noche se abre como una boca,

dientes de mercurio lanzan mordiscos

a los ebrios de la plaza,

y a quienes extraviaron el camino

que los lleve hasta una mansión de tolerancia.

Oscuridad revelada, premonitoria negritud.

Difusas figuras transitan el arrabal,

mientras un aire de sospecha

conmueve los aposentos

de persianas selladas con candado

y alarmas gimientes.

Ahora los ruidos parecen más siniestros:

un llanto lejano, perros,

                                                          el impreciso tren de sonámbulos,

disparos...

Ataviado de sombras

traslado mi conciencia

hacia rincones anónimos,

donde proscriptos y roedores comulgan.

Espero sin paciencia. Pronto

nuevas víctimas conocerán estos puñales.

Hay rastros de sangre

en las veredas ignotas,

antes del amanecer.

 

Y vuelve a suceder el caos.

Más tarde, las garras criminales

sudarán de culpa bajo mis sábanas.

 

Otra noche de ojos abiertos