gallicida

BALADA DE DOS PARA NOCTÁMBULOS (fusionado con Francisco de Nerval)

I.

Fue aquel macabro interludio

donde se despertaron mis trémulos instintos...

Galopantes iban los sultanes del swing

con sus “grupis” sedientas de adrenalina y feromonas.

Me recordaba a una bacanal psicotropica

o a Frank Zappa follándose a su guitarra...

 

Mirando de reojo a las mezquinas esquinas

me pregunto: ¿porqué en el extrarradio los adoquines

son mas fríos y mas duros?

Que le pregunten al polvo diria John Fante...

No estamos en Karlovi vary

aquí solo hay amores de letrina

el hedor a realidad es corrosivo

y en mis arraigadas ulceras

las telas de araña hacen su guarida..

 

Difiero de Sergio Cabrera

en que perder sea cosa de método,

cuando la vida de da un “jab” de Sugar Ray

la dignidad pierde las enaguas

y te tiembla hasta el tuétano...

no existe tal método...

En tu boca sientes el sabor a sangre mustia

y el vomito se presenta amargo

hasta la comisura de tu boca

aturdida y áspera...

 

Siempre supe que mis opiniones

eran las de un payaso

Y cuando en ocasiones, busque el amor

solo encontré una venérea...

no obstante, sigo siendo amante

de la luna flácida, de dantescos tugurios

y de fulanas de la cripta...

 

II.

El sol es como un yonki amarillo

que vomita sus rayos sobre el mar

y que apaga en mis ojos sus pitillos

cuando pongo mi hígado a quemar.

Yo me bebo lecha negra de garitos

y me meto por la vena alquitrán

para asfaltar los baches de mis venas

y que puedan mis caballos galopar.

Hoy la luna lleva piel de metadona

con trocitos de anfeta en su cristal

para apoyarse brillante a una farola

a la espera de astronautas de ciudad.

Al volante de las muletas de una loca,

de esa enferma que se llama soledad

me dirijo al desván de una chabola

donde moran zombies muertos de verdad.

Allí esnifo un Baudelaire que tanto mola

y en las pupilas me aparece un Kerouac,

en mi mente parpadean estroboscópicas

tus estrellas que no alcanzo a apagar

y me empotro en tu espectro infranqueable

cuando saco tu fantasma a pasear,

el recuerdo de cuerpo inalienable,

la memoria de tu boca de pecar

y una lágrima pone pie en mi cadáver

y en mis huesos vuelve entonces a nevar.

Me suicido cada noche en " Malamadre "

que es una cueva para poetas sin castrar

donde, a veces, una dalia me echa un cable

cuando busco una flor donde libar.

Mañana volveré a mi papel de kamikaze

a ver si logro, otra vez más, resucitar.