ivan rueda

MADERA DE NADIE

 

Al pie de este árbol

con su corteza centenaria

te declaro mi amor,

a ti que eres nube de borrascas

entre vientos ciclotímicos

que te hacen cambiar de aires

cuando envuelven las calles

con sus remolinos ciegos.

Tú que eres como el polvo del sol en la noche,

fragmento de trueno o de astro,

terciopelo de luz sobre la hierba

que va dejando su rastro de seda sobre las flores.

Mi amor es calibre de luna en garfio

que agoniza sobre su muslo blanco

tras su vuelo de cíclope o albatros

que rompe el aire con sus alas de pluma nívea.

Tú posees la llave maestra de la lluvia,

de la lluvia que abre el desván de los otoños

traes caer melancólica sobre la amarilla hojarasca

que cubre mis vetustas alamedas solitarias.

Te gusta hurgar en el vientre de mis lágrimas

cuando me caen los cielos por las mejillas,

cuando una ola de mar me cruza la garganta

como una montaña de pena movediza.

Te encanta mirarme moribundo

cuando agonizo en el bar junto a mi copa,

cuando mezclo mi sangre con cristales,

cuando los potros negros de las sombras

me arrastran el alma por los suelos.

Yo me peleo con tus gélidas pupilas

sobre las cigüeñas blancas de tu nieve,

yo me desangro añil como un relámpago

en la vena azul de tus palomas.

Te amo como un fuego a su madera,

exultante de llama y sacrificio

sin más razón que consumirme

como un carbón al borde de tus labios.

No sé tu nombre,

 no sé si eres ánade o cernícalo,

larga prisión de mis desvelos

o exigua celda de mi latido más rebelde.

Quisiera emigrar hacia tus huecos,

hacia los altos ventanales de tus ojos,

cruzar la frontera de tus dientes

y aposentarme en el centro de tu médula.

Ser tú, exactamente tú, cuando despierto,

acariciarte en las llagas de mi piel,

mirarte cuando me miro en el espejo

y proyectar toda tu sombra desde mí.

Pero tú tan sólo eres retina blanca de una nieve,

el perfil remoto de una estrella,

la hojarasca de un parque sin columpios,

la lluvia muerta en una calle,

la locura del viento en una playa,

la flor olvidada en una sombra,

unos labios sin rostro entre la niebla,

mi amor bajo este árbol que no existe,

mi llama que arde  en la madera de nadie.