josemiguel

Hay unos brazos que esperan

Hay unos brazos que esperan, tan sólo por mi llegada,

y son los brazos de una mujer, muy enamorada;

que me ha brindado su amor, sus caricias y su afecto,

aunque todo lo que siente, es de los dos un secreto.

 

Con su amor me ha sorprendido, al ver como es que me ama,

y ha llegado a mi vida cuando más necesitaba;

cuando me sentí tan solo, sin nadie que me abrazara,

y en el fuego de sus besos, hoy por fin encuentro calma.

 

Y aquella que me decía que veía por mis ojos,

a la que entregue mi vida creyéndome su cachorro;

me dejó abandonado al punto de ver la muerte,

quizás maldiga a ésta, que me dio todo su amor, cuando ella estuvo ausente.

 

Así lo comprendo yo, pero aun sigo con vida,

gracias a una mujer que me ha enseñado a vivirla;

la dueña de esos brazos que digo que por mí esperan,

pero la suerte traviesa parece que nos aleja.

 

Eso a la otra le gusta y le causa alegría,

pero no sabe que Dios, desde arriba mira todo;

hoy mismo me encuentro solo mientras ella bien disfruta,

pero nadie sabe de quien es, del árbol, la última fruta.

 

Tal vez ella las tumbe verdes, pensando en que se acaben,

por si acaso yo llegara y que ninguna quedase;

pero la vida traiciona y puede que la engañara,

y entre las ramas ocultas, maduras, me las guardara.

 

Y así yo poder llegar a los brazos que me esperan,

con el sabor en mis labios de la fruta que comiera;

y ella saboreará el sabor de la amargura,

porque no supo amar y ahora es una cualquiera.

 

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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita