Fernando Curiman

La malvasía de los sueños

Ayer se me quebraron las guitarras en un sueño que tuve.
Y observe detrás de aquella puerta,
la sonriente figura esculpida en oro sagrado que me llamaba entre suspiros.
Sin más que las impertinentes intenciones que adquiere uno en los sueños,
avancé sin vergüenza alguna,
 a poseer aquel cuerpo cándido rebosante de pasiones inigualables
y vestiduras plateadas.

Caí de pronto en un silencio tan oportuno como la vida misma,
y dejé llevar mi existencia por aquella figura sonriente
que me llamaba entre suspiros y manotazos esperanzadores.
¡Caí por debajo del sueño como en una muerte placentera!
¡Caí por encima de la vida sin memoria que me acongoje!

Daria mil ochocientos tesoros por caer para siempre en ese sueño bastardo,
que con toda esa malvasía alertó los despertares grises
haciéndome caer de rodillas sobre la realidad constante.