Jesús Lantigua

LA PARTIDA

 

Por el camino angosto

 

disfruté el encanto de su figura.

 

Era como si el monte agreste

 

se hubiera juntado a mi reproche,

 

como si los corceles del viento

 

refrenaran su fuga sin bridas.

 

Entre las diminutas florecillas

 

un recuerdo de miradas

 

transitaba sin fatigas;

 

pero eso sí, con un turbio, áspero

 

y hasta absurdo sentimiento.

 

Su traje de despedida se esparcía

 

anhelante de horizontes.

 

Muchas cosas debimos decir,

 

contar de nuevo las mismas historias,

 

más nos calló la certeza del adiós.

 

Detrás del invierno de miradas

 

nos faltó el calor de antaño

 

y no hubo tiempo para rectificar anhelos.

 

Detrás de las cosas vacías

 

apenas imaginé sus palabras sentidas

 

o su quehacer perdido.

 

Detrás de todo, sin percatarme apenas, 

 

empecé a vivir solo,

 

a sentirme solo,


a pensar sólo en ella,

 

como si ella

 

sólo existiera para mí.