MIRIAM RINCON U.

EL PINTOR LOCO.

 

Buscó en la choza, tranquila, parsimoniosamente, tomó dos lienzos, su paleta, sus pinturas, sus pinceles, su vieja pipa, una pava, dos sobres de mate, un mate. Colocó todo en una carretilla y tomó la vereda hacia el río, ese río que siempre había sido el refugio perfecto para el amor sólido que lo une a su esposa.

 

Ya frente al Río Salado, prendió los maderos montó la pava con el agua, una vez que ésta estuvo a los grados adecuados cargó el mate con la yerba.¡ Estupendo el aroma que despedía! Prendió su vieja pipa, acomodó en el atril uno de sus lienzos, puso varios colores en la paleta mezclando algunos, chupó un trago de mate y miró el río, estaba más hermoso y caudaloso que nunca, sonrió y empezó a trazar formas y líneas en la tela.

 

En Arana lo llamaban el pintor loco. Usaba el cabello un poco largo, bigotes y barba poblados color humo. No andaba sucio pero su manera de vestir era cómoda, desparpajada, no le importaba la opinión de nadie. Era un hombre que vistiendo a su manera era feliz y para nada le importaban los murmullos, las risas y las miradas capciosas de la gente que a sus espaldas lo criticaban, para él era importante                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     sólo lo que dijera su esposa.

 

Cuando bajaba al pueblo se perdía entre la gente sin mirar a ningún lado y se cabreaba hasta sacar el machete de la funda, si acaso alguien se atrevía a molestarlo. Taciturno, masticaba entre dientes el saludo, si alguien lo saludaba, delgado, entrecejo cerrado, rostro curtido, mirada rápida de viejo búho; compraba lo que necesitaba y de vuelta al rancho a toda prisa. Todo eso estaba en su mente, mientras sus pinceles  se movían rápidamente, haciendo que las figuras empezaran a tomar formas claras.

 

Una vez terminado el primer cuadro se tomó un respiro. Se levantó, estiró las piernas e hizo ejercicios con los dedos los cuales estaban adoloridos, de tanto apretar los pinceles y sostener la paleta. Avivó el fuego, caminó por la orilla del río, prendió la pipa, la fumó lentamente, mientras veía correr el agua golpeteando piedras, susurrando adioses. Volvió a su banco, el cual era un trozo de un árbol que había cortado para hacer maderos y calentar su choza. Cerca tenía las cosas para preparar otro mate, sin perder tiempo lo hizo, agarró el mate y tomó un sorbo.

 

Colocó su segundo lienzo e inició su nueva pintura, con la pipa en la boca iba trazando las figuras que tenía en la mente, para plasmar en aquella tela que ahora se convertía en su centro de atención. Ya como a las cuatro de la tarde terminó, recogió lo que había llevado, lo colocó en la carretilla y emprendió el regreso a su rancho.

 

Cuatro días después había una algarabía en Arana, hombres, mujeres, niños, corrían llenos de asombro, llenos de curiosidad ante el comentario y corrían hacia el río. Unos turistas habían encontrado el cadáver de un hombre en la orilla, al voltearlo uno de los pescadores del lugar, el grito fue espeluznante…todos gritaron al unísono:

_ ¡ Dios, es el pintor loco ¡_

 

En ambos lados de su cuerpo, sostenidos fuertemente por sus brazos, tenía dos cuadros al óleo… en uno estaba la figura del pintor jugando en el río con su esposa… en el otro estaba él solo dejándose arrastrar por las aguas… en este cuadro se leía claramente:

 

“¡VOY  POR VOS , MI AMOR!”

 

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MIRIAM RINCÓN U.