ANEUDIS PEREZ

NOSTALGIAS MELANCOLICAS (amor hasta por los poros)

NOSTALGIAS MELANCOLICAS

 

“Al entrar en contacto con la naturaleza,

el amor renace con los meses del año,

renace la vida, renace la pureza

y todo se vuelve/ como recuerdo antaño.”

 

Aneudis Perez

 

 

Amor,

tú fuiste mi amor primero,

amor de flor y primavera,

jardín sembrado aquí en mi pecho

que floreció en el mes de Enero.

 

Fuiste la bella luz de mis mañanas

que iluminaba siempre mi aposento,

fuiste un rayo de sol en mi ventana

y la claridad de mi rincón abierto.

 

Viste llegar las horas matutinas

del día que esclarece con su cielo

y anocheciste vespertina, nocturna/

con las estrellas colgadas en tu pelo.

 

Un carnaval de nubes azotó tu alegría

y con careta de música, llegó a ti el señor Febrero,

y el mundo se quedó tan asombrado

con la llegada de éste apuesto romancero

y de tu rostro él se quedó enamorado

al ver en tus pupilas, catorce luceros.

 

Entre risas y amores se perdieron,

tus pupilas y aquel señor Febrero,

y en sus brazos te llevó a aquel remanso

donde se estaba bañando el mes de Marzo.

 

Preguntó por tus violetas y claveles,

contestaron de inmediato tus mejillas

y dijeron que se fueron de paseo

con el girasol rosado y tus orquídeas.

 

Preguntó por tus caricias de rocío,

por el polen que germina tu sonrisa,

preguntó por tus palabras, por tus besos

y tus manos contestaron con caricias.

 

De Europa éste señor te trajo flores

y le empezaste a la vida a sonreír,

como las flores te embriagaban en olores,

entonces se puso celoso el mes de Abril.

 

Llegó el verano y te ungió la piel,

se puso calido y rendido ante tus pies,

y tu orgullosa ‘toda una bella mujer’,

no te paraste a conversar con éste mes.

 

Abril furioso te persiguió tras la brisa

y descubrió que te esperaba el mes de Mayo,

y al descubrir que eras la madre de las flores,

al pobre Abril le dio un ataque y un desmayo.

 

Después el sol puso su luz en tus caminos

y de regalos te colmó el señor verano,

y tu seguiste por las calles del destino

bien agarrada de las manos de don Mayo.

 

Luego las rosas te brindaron su perfume

y fue tu cuerpo como una flor de olorosa

y recibiste al mes de Junio tan preciosa

que en tus cabellos se dormían mariposas.

 

Y el padre cielo te miraba enamorado

que hizo de nubes una escalera hasta el suelo

para que subas a brindarle tu consuelo

y con tu canto lo dejaras encantado.

 

Y tu coqueta lo despediste con un beso

y con adioses te apartaste del verano,

y te dormiste en los brazos de don Junio

hasta perderte en las alas del ensueño.

  

Llegó don Julio a despertarte con sus hojas

y en remolinos vino cantando el otoño,

como su canto era de letras melancólicas

llenó de penas tus aceras y caminos/

como su vida era gris y un poco triste…

tiñó de luto el azul de tu destino.

 

En Julio se marchitó tu flor de loto

y tu belleza cambió al color de tu vestido

y luego se entristeció el mes de Agosto

hasta que vio brillar la luz en tus caminos.

 

Una esperanza renacía en esos días

en que las penas se vertían en hojarascas

y en un idilio un poema resurgía

cuando caían de los cielos rosas blancas.

 

Luego el otoño se fue poniendo transparente

y el mes de Agosto poco a poco fue muriendo

y de la tierra refulgió el buen Septiembre

y otra esperanza en simiente fue creciendo.

 

Venían las noches taciturnas y serenas,

y en otras cargadas, de frialdad y de cinismo,

cristalizadas por la brisa condensante

que se aclimata del fondo de los abismos.

 

Llegó la muerte del otoño dura y sierpe,

se hizo la luna aun más callada y aun más llena,

hasta que el frío se sacudía en un octubre

y te hizo presa de luz y las tinieblas.

 

Llegaste pura como un chubasco de nieve,

claro, frondoso y corpulento como nube/

blanco, precioso y cristalino como el hielo

así llegaste como un ángel desde el cielo.

 

Se abrieron alas de un octubre primoroso

que se extendía entre la bulla y el silencio

y tú te fuiste a tu litara como el oso

se va a su cueva cuando llega un largo invierno.

 

Todo un Noviembre lo pasaste soñolienta,

tú y el invierno en su cama de cristal,

ni el frío halado ni el rugir de la tormenta

te despertaron de tu sueño angelical.

 

Caía la nieve blanquecina y espumosa

como los labios de una noche hecha en estrellas

y se juntaban tus corrientes en un beso

junto a las aguas de una costa marinera.

 

Aquel Noviembre en que no hubo primavera

se fue emigrando como ave pasajera

y en otro nido despertaste apasionada

y en tus oídos campanadas de un diciembre,

y a otro mundo se tendían tus esperanzas

como buscando los escombros de la muerte.

 

Súbitamente se emplumaron en ti alas

y te perdiste en los aires como humo/

inmaculada, pura, fresca y lozana,

te fuiste en vuelo a la tierra del olvido.

 

Así está escrito en estas páginas amargas…

la hiel de tu partida… me hizo un nudo en la garganta/

y ahora los meses me han pasado en estaciones

y me han dejado solitario y sin amores.

 

 

 

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