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Bestias del alma

 

No puedan vuestros golpes arrastrar el significado
ni borrar las letras, que en cartas de amor,
entre te amos e infinitos de por siempre jamás
estuvieron honradamente dispuestas.


No sean capaces vuestros pecaminosos olores,
de enfundarse en mi rosa de San Jorge
o en la calma aromática prendida
en la pureza de ese incienso.
Que volcó su fragancia y llenó la estancia de risas complices,
enlazando una única verdad con nuestros cuerpos.


Amor y sexo
ese amoroso y limpio sexo...
exhimido de celosías,
o de confesiones que plañían arrepentidas.
Gozo y calor nos invadía,
al recitar sus olfativos mantras el incienso
entre las velas que se derretían,
ante la llama que no sucumbía
a la perdición que vendría,
si vosotros, ¡celos endemoniados!
quemaséis las hojas de este libro
con la inoperancia destructiva de vuestro incendio.


¡Ay traidora celotipia!
que acudes, inclusive, faltándote motivos.
Apareces con suma tiranía,
doblegas mi querer,
manipulas mi hacer;
invades mis adentros.
Eres ladrona de mi voluntad,
y tuerces con tus manos la bondad
del apuesto y notable sentimiento.


Contigo la confianza se extravía,
resulta en la batalla perdedora,
zancadilleada; ella descarría,
y su fealdad las velas arría
con polvo cual ahoga ¡sin demora!
asfixiando la belleza que otrora,
habitaba sonando entre dulces melodías.


¡Malditos celos!
Ante ti,
ágrios los besos,
mal curadas las caricias,
envejecen, se enrancían.
Y al compás de tus notas
el amor es desterrado,
bajándose el telón de una obra,
que acogió terrenales paraísos,
al sostener al respeto como aliado
y a la confianza como madrina.
Obra, cual fue hasta vuestra llegada,
una grande obra, ¡excelsa!
inmensamente deliciosa,
podría yo llegar a apuntar, que era divina.

 

Descompensáis cualquier sabia química,
secuestráis la salud de relación.
Sois un producto hecho de obsesiones,
existís estando alguien preso de:
¡paranoia! ¡desvarío!
¡errada interpretación!
o tal vez ¡premonición!
Quizas sois sólo un indicio,
una sospecha,
maldita es la certeza que os trae como intuición.
Os disponéis en la inseguridad que desvencija,
en un convincente que deshaucía
y frustra, lo mejor de la pareja habido;
de amor: propositos.
Ellos...celosos ellos,
difuminan escritos,
nublan la bella prosa
y entelan esplendida poesía.
Ellos incendian fotografías,
y al apresarnos escupen hasta a los mismos hijos.
Pueden ser; mas diría son...
causa de las más grandes y atroces locuras,
al aposentarse en el desequilibrio.
Siempre son ciertos aunque yerren.
Ellos demuelen el reinado construido,
a base de dedicación, entrega y condescendencia.

318-omu G.S. (BCN-2011)