La poesía no necesita policías,
ni carnet de conducir,
ni torpes pasaportes,
ni registro en aeropuertos,
ni pasar sus versos por escáner.
La poesía necesita páginas sin llaves,
vientos sin cepos o alcoholímetros,
espacios libres de señales
para que pueda circular sin detenciones.
La poesía necesita nuevas rebeldías,
pecados nuevos, nuevas geometrías,
azucenas con un fusil en cada pétalo,
cargados de corazones y palabras.
Urge revolucionar sus paraplejias,
darle a la luna un asiento en el pupitre
de las escuelas secuestradas por los números.
La poesía necesita sacar el polvo a sus espejos,
limpiar de legañas sus pestañas
y que le entre la luz por sus pupilas.
La poesía necesita nuevos locos,
nuevos vientos, nuevos gritos,
Cristos que se besen en la boca,
ríos que no se duerman en los hielos,
dioses más humanos y más íntimos
y Vírgenes que se pongan al teléfono.
La poesía, es para mí,
el único arte en este mundo
en el que puedo volar como un pájaro
sin que me corten las alas… de momento.