Elim

Húmedas Rosas Frías

Rosas rojas, blancas o amarillas, todas mueren por igual.

Las condenamos al cortarlas para enaltecer la vanidad.

Misteriosos pétalos besados algunas veces, odiados tal vez,

pero silentes y dolorosos siempre. 

Ofrenda para el amor, consuelo para el dolor, remordimiento del traidor.

Prisioneras de la avaricia, tortura del afán.

Rosas benditas, contigo bajo la tierra están, convirtiéndose en polvo.

En algunos pétalos aún arderán mis lágrimas.

¡Ardiendo como fuego furioso! 

Lágrimas caídas de mi alma aquella tarde cruel y fría,

cuando te dejamos, para tu eterno descanso y mi eterna ausencia de ti.

Ojala te hayan gustado, son símbolo del amor que por ti siento

 y que nunca morirá.

¡Te me fuiste, y no quiero dejarte ir! ¡Cuesta tanto aceptar tu partida!

Te extrañe mucho antes que te “fueras”, no me permitiste verte de nuevo.

No te lo reprocho, pero la última vez que te vi, tú, ya no estabas.

Fue doloroso buscarte en ese cuerpo inerte, en esos ojos llenos de miradas ausentes, perdidos en la nada.

Solo era tuyo aquel perfume triste que baño aquellas rosas dolorosas.

Una forzada despedida a lo que pudo ser nuestra amistad. 

Me duele tanto tu partida, la vida ya no es sorprendente sin ti.

Tu ausencia invade mis días, mis noches y mis sueños.

Algún día nos encontraremos, hasta entonces,

guardare el abrazo que hoy se refugia en mi esperanza.

Esperanza que desesperadamente trata de convencerme,  todo va pasar.

Aunque recordarte me hiera y me haga llorar, 

aunque sea entre lágrima, yo te voy a recordar.

¡Hombre maravilloso, mi amigo fiel,  mi minuto de paz!  

 

20 de Abril de 2007