Albin Lainez

hacia el mañana

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Di de lleno

con la rama flexible,

azote para conventos.

Sin embargo

su verdor incipiente colmó

mis lentes de burgués,

haciéndose ver como suave

pértiga de los campos.

Entonces detuve aquellas pisadas

que codician un implacable horizonte.

Deleité la conciencia

con remedo de serranías

por donde el pie talló percepciones

que aún hoy

eclipsan mi ambición más frecuente.

 

Acaricié la niñez cándida

en brotes que hamacaban

saludos de seda.

Estalló, quedamente, mi jardín transversal.

Y me comprendí vegetado

al ritmo del astro supremo,

que sonrió fulgores por doquier.

 

En adelante

a todo verdugo negaré la oportunidad

de blandir como flagelo

estos tallos que, inaugurales,

sólo proponen fraternidad y ternura.

 

Habrá alguna estrella,

que desconozco, dentro del tiempo

próximo, donde alojar la nueva piel

cubierta por pimpollos y hojas verdes.

Quizás también allí

no exista Julio yermo

ni nevadas de Agosto

que impugnen mi espesura.