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Tiempo de inicios


Y el principio...
aquí el principio fue
-bien salve el omitirlo como desastre-
virtud del tiempo y su arrastre.
Y ya, en las porciones externas,
solidificadas las salivas,
cuales llenan y sacían
-todavía este hoy-
desde el interior de las gargantas.


Siguiendo al inicio
extinguiéronse los mares de fuego,
creciendo un vergel a la vera
de proporciones de oxígeno.
Y las estaciones vinieron.
Primero por partes,
luego en mitades,
para acabar siendo todas ellas;
una lindísima y eterna primavera.


Nacimientos y ocasos se prosiguieron,
migajas de pan caían repartidas,
untadas de fortuna
por la gracia de naturaleza,
queriendo esparcir la suya riqueza.
Y fue así, como el continuo alentado
renovó -sin pausa y con presteza-
la faz de esta burbuja,
que es, nuestra magnífica esfera.

*** *** *** ***

Armados sobre fortalezas de agua
y diversidad de líquidos entrelazados
-partícula cazando a partícula-
a los reinos les faltaban
granos mágicos de arena
para llegarse a edificar;
todavía les faltaba quien los quisiera.


La única voz que entonces gemía,
siendo era...por bocas de roca.
Rocas perfectamente situadas para el ajuste automático:
de empíricos vocablos
y lenguajes sujetos a silbidos
dando ambientes oníricos.
Por un sucesivo de onomatopeyas,
que se recogían guardadas,
en los dobladillos bien zurcidos
y sobre las estrías muy estiradas
de multiples y macizas formas.


Formas esculturales.
Figuras con romos conseguidos
con las caricias,
que al querer rozar pulieron,
frotándolas llenas de ahínco
con jarabes de sal.
O filos bien cortantes, puntiagudos,
que se mantuvieron como tales,
al haber podido escaparse,
evadido de pulirse ante su día.
¡Ante su día media noche!
ausentado del trajín,
de la preciosa feria,
cual dada por constelaciones.


¡Así!
así de comprensibles hablaban
en esa hora y ahora las mismas rocas.
Con sus orificios,
ensanchados, carcomidos por la ventisca;
y también, sin dudarlo,
parlanchinas,
por el ruego de vida,
que poseían sus aristas.


Como por y con hechizo de sirenas,
aparecían sus voces
-se veían-
Sus colas eran de viento,
simulaban según la intensidad del movimiento:
a un elegante clarinete,
o a un rechoncho y simpático trombón.
Y su tronco,
recio tronco estampado,
rebosante de conglomerados,
con olor a azufres aceitados,
requemados;
de minerales plagado,
de hierro, basalto, oro y carbón.


Las rocas; posicionadas.
Monumentales esfinges
que salpicaban a diestra y siniestra el horizonte,
presas de la bruma que ocultaba protegiendo,
a las tinieblas que eran siendo,
presente y futuro de vida,
vida escondida,
consensuada en la densidad de su era;
densidad omnipresente,
del hostil y severo paisaje.
Que entre mares caloríficos y rocas bellas,
que no dejábanse llevar por el arrepentimiento,
al saber que entre todas ellas,
contenian el paso y el sustento equilibrado
que acertaría a resolver los problemas.


Y traspasando el inicio,
pisando fuerte,
afianzadas en las entrañas de este planeta...
aullaban,
las rocas oraban rogándole;
tiempo al tiempo,
juicio al juicio,
un tiempo juicioso que le abriera el cielo a la tierra.
Todas juntas decidieron,
llamar con sentido,
poner nombre a cualquier aparición,
que sostuviera designios frutales.
Resolvieron especiar su entorno,
darle verticalidad,
y especies pluriformes se alzaron,
en el que hasta ese preciso instante había sido,
un plano, que reposaba fermentado;
horizontal.


El musgo ( con ganas)
ensanchó sus pulmones,
abrió sus fosas nasales
y siguió siendo recorrido,
avanzando sin una pizca de reparo.


318-omu G.S. (BCN-2011)