Eteri

En los puentes

Son esféricas,

 minúsculas

 como los cristales que bailan en las demacradas ranuras del aire.

 En conjunto son densas

, graves y parcas; 

supongo que las encuentro necesitadas,

 pero firmes,

 pese al egocéntrico manto que las incluye.

 Son la ilusión de un insospechado adiós 

que se detiene

 impregnado en un limbo,

 cada persistente vez

al final del galanteo.

 Son la consternación innegable en el dictamen del ignorante que,

 para hacerse pasar por inocente,

 apela al engañoso entusiasmo y ganarse así,

 de tan vil manera, 

el respeto recíproco,

 para sentir que progresa extensamente.

 Sus coágulos son trabajosos,

 imprecisos;

 sus afectos se arrugan ligeramente,

 con el inapreciable brío de sus autonomas desvergüenzas. 

Frustradamente

se alojan en lo que da salvo que persistir en una importunada tradición,

 en un saludo cortés

; y en el atino de las realidades

,consideran un dulce arruinarse,

 tan intenso y profundo 

como el basto cruel océano.

 Quisieran contenerse en las protuberancias de lo ambiguo,

 más no logran verse indigentes

 entre sus ajustadas ilustraciones;

 de hecho son lamentables,

 y tal vez ...

 Tal vez prometen de insurrecto

 descoserse de su forma matinal

 y anochecer jamás.

Son nobles los impulsos que les atan a su ensayo,

 una razón para perpetuarse en la enfermedad

de quien dice poder vencer. 

Lo que no saben con denuedo sostener,

 sus fracasos sempiternos son.

 Una gota que se afana en su fortuito expirar

 por reparar la fosforescencia de la vida ...

 desconocida y deteriorada 

como las perforadas impresiones de polvo en sus narices.

 La muerte se nos da como un conforte; 

no conocemos evitarla.

 Condenados sucumbiremos sin aprender triunfalmente

 la armonía imperiosa de quien germina y se halla redimido de toda angustia,

 de todo tropiezo,

 y se complace satisfecho 

de dar a sus ojos un llano sosiego,

 exquisito, 

como la vision terminal del crepúsculo

 en los puentes de la Toscana.