Salí al atardecer a contemplar
 lo que en ti gustaba de mirar,
 el crepúsculo que se reflejaba
 siempre en tu dulce mirada
 bajo tenues nubes anaranjadas
 perfectamente dibujadas,
 en contraste con el añil cielo
 que siempre hace de velo
 a la primera estrella nocturna
 y a ese pedacito de luna
 que iluminaba suavemente
 tu hermosa cara sonriente.