Fernando Curiman

Éxtasis, Final y Duelo

Entonces el tiempo me regaló una mañana celeste, donde el sabor de la luna en tu frente se hacia tormenta. Y entre la violencia de nuestros mundos fundirse uno a uno, la realidad pasó a medirse en todas las gotas caídas, los momentos encuadernados, y el paisaje venusino de tu carácter resplandeciente.
Cada día se iba esculpiendo más y más nuestra juvenil estatua cándida a través los paseos infinitos. 
Aquellos paseos de presente ilimitado.
presente guardado entre las páginas de un libro encajonado.
Dejando secar las palabras prohibidas que iban cayendo de a poco cual gotera esperanzadora, se fue adornando con tulipanes filosos mi corazón en fiebre, mi realidad en éxtasis.

Cada paso caminado iba descascarando un pensamiento tan tuyo como mis manos, tan tuyo como mis ojos grises. Quedó la existencia resumida en aquel tu nombre, 
Quedó mi nombre resumido en aquel tu cuerpo.
Y así pasé una pequeña vida vertiginosa, exenta de toda noción corrosiva capaz de hacernos sangrar, capaz de hacernos respirar de nuevo el colérico destino que nos aguardaba tras el cansancio.
Tras el tiempo.
Tras aquella tarde que yo esperaba, que esperábamos, que llegó. * Descubrí la noche con todo su fuego Ardiendo y quemando lo negro que fumaron mis oídos  
el primogénito bautizado en lamento se retuerce y acumula Desde el ombligo.
Avanza por la garganta el engendro libertador.
Las venas de mi cuello anuncian el fulgor que trae aquella espiral fogosa
La sangre desespera alrededor de mi frente y mis brazos Para finalmente parir aquel rugido insondable De mis heridas anunciadas Para el camino y su caleidoscopio Para el duelo terrible que llovía sobre las hojas amarillentas.
Calló la nostalgia sobre mi tiempo arenoso, formando un barrial poético en esta madrugada retrospectiva. Mañana debo ir a trabajar, con los latidos en silencio y las lágrimas congeladas. Quizá me hunda en alguna rosa húmeda carcomida esperando el desasosiego de otra mañana celeste,
Esperando de nuevo un atardecer inesperado. **
Iba yo caminando como siempre, para no-variar. Con la maleta llena de cansancio y las piernas aletargadas. Iba yo de vuelta en el regreso del principio naciente, atravesando el sagrado mineral agonizante de tu voz desdibujada. Iba yo recordando aquel lugar entre tus pechos de océano tibio, fosforescente.
Aquella imagen morena distante.
Dimensión de cabellos omnipresentes.
Se va muriendo con ese yo masoquista.