Diaz Valero Alejandro José

La gran desteñida (Cuento)

La manzana lloraba sin consuelo, uno de sus atributos más queridos, ese que la hace apetecida se le había extraviado; estaba desteñida, ya no lucia su hermoso y brillante color rojo que tanto la enorgullecía.

 

La naranja estaba igual en su naranjal, su exquisito aroma parecía carecer de importancia, ya que sin saber cómo ni por qué había perdido también su color anaranjado.

 

La banana se unió a la manzana y a la naranja, pues estaba distraída intentando mantener su dulzura, y de pronto se vio desteñida, su amarillo característico la había abandonado… ¿O será que alguien se lo había llevado??? Eso la tenía triste y acongojada.

 

La guanábana pensó que era un asunto colectivo, ya que a ella le había pasado lo mismo, estaba buscando su verde color por toda la comarca y nada que lo encontraba. Por eso lloraba también su descolorida tragedia.

 

El mar también se quejaba, su color también lo había abandonado, el pensó que la desteñida era sólo frutal, pero se había equivocado, él también fue desposeído de su famoso color azul.

 

El cielo que estaba mirando todo desde las alturas pensó que el estaba a salvo, pero no, no fue así, su color añil también se había escapado, al igual que al mar, a la guanábana, la banana, la naranja y la manzana.

 

Finalmente las uvas llegaron dando gritos, también su color violeta había decidido abandonarla para dejarla desteñida y sin vida.

 

Todos lloraban, extrañando y reclamando sus respectivos colores.

 

De pronto las nubes se condolieron y dieron fin a la pesada broma, así que decidieron bajar convertidas en gotitas de agua  y tras esa lluvia cristalina,  devolvieron los colores a cada uno de sus dueños, porque reconoció que dichos colores les hacía falta para ser felices, pero en vista de que le habían fascinado esos colores decidió quedarse con una réplica de cada uno de ellos y lucirlos cada vez que llueva… Así nació el arco iris.

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