Doblezero

IDILIO DE SANGRE

 

 

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Sin ti la vida pierde fantasía.
tú que siempre sabias hacerme tan feliz,
tú que me has entregado las virtudes
que llevo junto a mi,
sin ti me encuentro tan extraño
como un osito de peluche
tirado en Wall Street.

No ha pasado una semana
pero es una eternidad
porque me haces tanta falta
como a un cuento al que le faltan
todas sus maravillas.

Treinta segundos son los que tardabas
en abrirme la puerta de la calle Mayor
y si eran treinta y cinco ya me preocupaba,
ya me preocupaba.

La misma temperatura, el mismo aliento
de tu respiración cuando me dabas,
un beso a cada lado, un beso por costado.

El mismo pelo con las mismas canas,
las mismas ganas de abrazar a un nieto,
las mismas de besar a un nieto
de los cuatro que besabas.

Isabelin, ay cuanto me haces falta,
cuanta falta le haces a esta casa
repleta de recuerdos
que subyugan mi alma.

Algo crece entre sus ventanas,
algo aumenta si me acerco hasta la puerta
de la habitación pequeña
donde tu siempre estabas,
y asustado, me quedo frente a ella,
allí de pie temblando, allí de pie llorando,
ahogado como un bosque en la pecera,
como una primavera sin colores
como esas flores que les cortan el tallo.

Y allí me quedo imaginando
que tu estas dentro haciendo un crucigrama
que ansiosa tú, de vez en cuando,
alzas la cabeza hacia la ventana
donde un reloj asoma en esa torre
del viejo campanario para no olvidar ver tu programa
preferido de las doce.

Y tras la puerta imaginando
aun pareces estar tan cerca, tu pareces
entrar en mi mente como
la noche entra en los ojos
pero estas lejos, no se donde
estas tan lejos, como yo asustado,
como un niño al que han robado
la luna de sus noches.

Suave, tan suave,
tan suavemente tu recuerdo
en mi se posa, me invade,
no queda ningún olvido
entre todos los detalles
que hay dentro mi de lamento,
que hay en este largo llanto.

Cuantas veces reímos
para yo acabar llorando
porque en el fondo sabia
que el tiempo en tu compañía
se me estaba agotando

Que idilio de sangre tuvimos
cuantas alegrías que no volverán
y me hundo en los pensamientos
de aquellos buenos tiempos
como un barco bajo el mar.

No se si me oyes pero sabes
que allí donde te encuentras
yo te haré compañía
como la sed a la sal,
como en tu habitación pequeña
antes te hacia,
yo te haré compañía
donde duermes en paz.

Y aquí en la vida todo sigue cambiando
pero sin ti, mi abuela, soy un gato,
muy triste, en tu tejado,
soy un ave que no vuela.

Soy como un arpa que no tiene melodía
una mañana gris que no calienta
sin ti mirar a Chaplin a dejado
de valer tanto la pena.

Porque sin ti, si no está tu sonrisa
en mi costado abierta, de tu terraza
me dan miedo las flores y también las macetas,
me da miedo la mesa y los armarios,
del suelo de madera, sus crujidos,
el agua de los grifos, la cocina
tus gafas de la vista.

Y mira que yo he luchado
con las afiladas y brillantes espadas
de las grandes conquistas,
he creado tornados, furiosos de fuerza,
terremotos hervientes de esperanza,
inclinándome ante la magia desde la inocencia
para que no te llevaran, para que no te fueras.

Yo le he hablado al divino universo, cara a cara,
mirándole a los ojos, fijamente,
justo antes de quemar su vientre
gritando, desde mi boca y entre las estrellas,
cual hermoso haz de cegadora luz
una suplica sobrehumana
hasta los confines del cosmos,
un flujo desbordante con mis plegarias
nacido en el colérico núcleo de mis entrañas,
en el mismísimo centro, como un rayo de aliento
y no sirvió de nada.

Y ahora, heme aquí, mirame
pequeño, miserable
insignificante ante tu muerte.

Vivo ceñido en tu boscoso recuerdo
si yo soy una nube, tu el azul del cielo
si tu eres el viento, yo soy el trigo
y me fundo contigo en nuestros momentos
como la sed en el calor
en esa suerte de impalpables espejismos
que se agrupan en el páramo que soy,
lo mismo que el ocre del crepúsculo,
lleva dentro, al amarillo del sol.

Ahora se crea tu rostro y tu voz
en el trasluz de las mañanas
en el arroz, en la puerta, en los coches
y mientras se descompone,
el aire, en la memoria de tus palabras,
puedo hallarte, sonriendo, con tus lentes,
puedo imaginarte a mi lado tan guapa
como antes, como siempre.

Porque, si yo cierro los ojos, puedo sentirte
mas que el bosque a la luna,
mas que el río a los peces,
puedo tenerte, como un halo coexistente,
en el temblor de mi abundante alma
y puedo verte, así como ausente,
así como transparente,
regando las flores de tu terraza,
pero, cuando yo acerco mis labios,
melancólicos, a tu frente,
todos mis besos se pierden
por las esquinas de la nada.

Y entonces lloro y lloro
como no pensé que pudiera
lloro hacia tu casa, lloro en el camino,
en tu habitación pequeña
en la que tantas cosas compartimos,
en el temblor de tus labios,
en tus manos frías,
lloro cuando bebes haciéndote compañía
y golpeas tu vaso
con parkinson en los dientes,
llora mi mente en tus ojos,
lloro en tu rostro de abuela,
en tu extensa sonrisa,
en el suelo de madera, en las fotografías,
lloro en tu dedal y en tus alfileres,
lloro lagrimas tan densas
como nunca pensé que pudiera,
larga y amargamente.

 

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