Ella camina, pasa por mi casa.
Lleva de la mano a un niño, como siempre.
Su incesante caminar no es tonto, mas bien,
es un conteo de mi asiento a mi ventana.
Seis pasos doy de mi silla, para verla,
cuando, ella me da sólo 3 segundos;
2 mas que ayer.
Sonrío ahora como cuando ella
lo hizo conmigo... ayer.
A ciegas lo hace mejor, porque sé,
que se mueve con total libertad.
Como si yo no existiera, oh,no lo hago.
Sólo observo. Sólo pienso. Sólo siento...
Hace tiempo que no hacía esto.
El contener paz al relatar;
y para esta ocación, he guardado partida.
Quiero que no se prolongue, podría matarme.
Mi amigo piensa que relato pésimo;
yo sólo trato de concentrarme.
Que el dolor no llegue a mí.
Que el derecho de mi persona, se haga presente.
Pero en fín, ella sigue caminando
y agradezco tanta cencillez
en la forma en que ella lo hace.
Una hoja quiere resbalar en su cabello.
Caminos de Otoño...
Esos que aún quieren que llueva.
Aún quiero oír música detrás de ella
cuando la sigo.
Ella me mira. De nuevo sonríe.
Parece que no le importa mi estupidez.
El cielo es nublado. Puedo verla bien,
cuando un relampago ilumina su silueta.
La silueta desaparece...
Cuando llega a casa, el niño corre,
corre hacia su madre, su padre nos mira.
Ella me dedica un dulce gesto.
Lindo cuadro familiar. Generoso reflejo
de lo que siempre anhelé.
Cumplido esto, ahora me marcho.
Porque ahora sé, que es eterno.
Ahora sé que lo viví, lo recordaré.
Cada vez que la mire.
Cada vez que vuelva a pasar
por mi hogar, cuando oiga música
en sus pasos y a pesar de todo.
Ella como siempre...sonría.