Guillermo Sánchez

Un Nido que Arde

Entonces huiste de mi
cuando la vida comenzaba a respirar.
Desde mi abismo te miro alejarte lejos
a un horizonte que ya temo recorrer.
Pregunta por tí el rojo gorrión, sí, 
ese que tenía un nido en lo alto 
donde concebía mis fantasías.
Soledad, desde el alba hasta la muerte
de tu figura reflejada en lágrimas nocturnas.

Cenizas, todo sucumbe a mi alrededor
arrebatándole las alas a mi rojo gorrión. 
Polvo, porque el nido arde, 
pero no espero que renazca
con la viveza de un sol apaciguador.
Arde a fuego lento,
danza dulce como el recuerdo.
Me basta con que el viento cargue con tu olvido y
me deje volver a anidar un nuevo corazón...