Eugenio Sánchez

EL ARRIERO

EL ARRIERO

 

Quiebra el silencio de la tranquila noche,

sonoro y taladrante, cual arenga un grito,

es copla, es melodía y es lamento,

es canción del arriero un ¡SOOO...! infinito.

 

Errante del camino y del ensueño,

fermento del lodo y del fuego,

bravo como el león, manso como el cordero

alma de soñador, cuerpo de acero.

 

Hijo de la soledad y del crepúsculo,

¡Oh!, rudo trajinante de sendero inmenso,

fornido cholo hecho de masa pétrea,

de la misma masa que fueron tus ancestros.

 

Arriero de caminos polvorientos,

fantasma de los puentes y hondonadas;

te persiguen tus huellas y tu sombra,

te cobijan las cuevas y majadas.

 

Viejos sacos de lana van repletos

de esperanzas que carga tu piara;

los frutos vivos  de la madre tierra

maíz, trigo papas y cebada

 

Rebuznando desfila el gran mojino, 

el shapra como siempre va primero;

el pardo el más leal, el más sumiso.

el blanco y el azul, los pendencieros

 

En tu sombrero de junco percudido

una guatupa brilla cual lucero,

y por collar cual venenosa víbora

serpentea un látigo de cuero.

 

Un diminuto checo va entonando

su cadencioso cántico parlero,

acompasa  al tropel de la piara

y endulza el bolo del misterioso arriero.

 

Batanes verdes son tus ralos dientes

pasajero del tiempo y de la vida,

dibujadas llevas en tus pies gitanos

hondas quebradas de tu geografía.

 

Las cumbres rezan tu melancolía

los fríos pajonales tus silbidos;

y con furia repiten las montañas

la canción del arriero un ¡SOOO...! infinito

 

Baja ya tus alforjas desteñidas,

detén tu caminar oh, noble arriero

y saca lo que guardas escondido

envuelto en mantel blanco con gran  celo.

 

El aroma del  fiambre se confunde  

Con el olor  de las  flores cual incienso;

aplaca tu apetito buen arriero

y prosigue tu viaje satisfecho.

 

En tu trajín por sendas escarpadas

tu curtido pellejo se marchita, 

va curvando tu hercúlea figura

y tus pasos son más lentos cada día

 

Cuando tus ojos se apaguen para siempre

y descansen tus huesos, gran   arriero;

vagará sin parar tu alma viajera

por los caminos del universo entero.

 

Al  final de tu huida sin retorno

sonará  atronador un cántico bendito,

y  por última vez se escuchará  en  la tierra

 la canción del arriero un ¡SOO infinito!