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"Sacrificio Nocturno" de Escritos CanĂ­bales

 

SACRIFICIO NOCTURNO

Como una penitencia voluntaria,

que comenzaré a penar esta noche,

a la hora bruja, en mi cama,

que rebosa golosinas envenenadas

que colecciono desde que te perdí;

y tendido comienzo,

el sacrificio de contar números en la oscuridad,

hasta que entienda lo que nos ha pasado,

con afán de despejar dudas de olvido,

para creer en ti dentro de cielos ateos,

esperando que tras ellas,

aparezcas para salvar mi mundo,

 

y al verte volveré a rezarte la historia

del perro de San Roque,

ahora ya curado de sarna.

Y me concentro en mis números de mármol de insomnio,

lastrado a mi lecho,

mis oídos no escuchan ni mis pensamientos,

mis músculos anticipando posibles itinerarios en tu

[huida,

respiro multitudes de vacíos de anclas varadas,

y trepo arrastrando mi atención multiplicada,

exasperado de incomprensión del porqué;

puedo ver los objetos atravesando su alma,

pues ahora percibo hasta la textura del uno, del dos, del tres, del cuatro,

dispuesto a rendirte sacrificio,

el de mi descanso nocturno,

¡degollándolo!,

torturándolo de penitencia de porqué te marchaste,

 

contando los recuerdos desperdiciados,

uno a uno, y cuento las gotas del grifo, una, dos ,tres

y se igualan, y no se acaban, cuatro, cinco, seis...

para que resuene mi angustia de atleta descalzo

en la competición deshumanizada de mi vida,

y el Dios Ocioso despierte de una vez,

y al presenciarme desahuciado,

con su mano traiga tu cercanía de hospital.

Ahora presiento mi misión con claridad de desierto

[infinito,

lo que me resta por vivir será sólo para recordarte,

he descubierto la razón para continuar mi devenir,

no preciso nada más;

poseo la certidumbre ahora de ser capaz de medir

distancias espaciales, como años-luz, un año luz, dos años luz, tres años luz

con reglas de colegio o cintas de sastre,

me coloco en mi trinchera

de algodón fresa azucarado de feria,

junto a tu recuerdo,

que protege mi vida;

y me recluyo en un contorno de ladrillos robados,

afilados de oquedades de ti, rellenos de mi espera.

Y me deslizo dentro de mi caracola

de risa nerviosa de parto,

buscando al menos de ti,

un trineo con perros de juguete,

que nos lleve a un oasis

donde estuvimos de abrigo.

Y me colmo de plegarias y salmos

arrancados a hogueras en altares

amamantados de tentáculos de tenerte.

Concentrado me dispongo

a mi recorrido interno,

esta noche de penitencia voluntaria,

donde contaré hasta el infinito

en el silencio del Cristo de la Buena Muerte;

contaré una a una las gotas que se desprendan del grifo

de mi cocina en ruinas, una, dos, tres, cuatro

y te juro que sería capaz de distinguirlas

hasta en un océano de olas inacabadas,

y del grifo cayendo,

y las recojo con el fervor de madre,

que recoge las lágrimas de hijo en su primer día de

[colegio,

de primera separación de su regazo,

y coloco las gotas de agua en nubes de tropiezo contigo

para volver a encontrarte,

quizás el próximo día que llueva;

y las gotas como ovejitas, una ovejita, dos ovejitas, tres ovejitas,

que se cuentan para lograr mi sueño,

una a una, hasta acallar la espera.