clonariel

Vino un circo

Vino un circo,                                                           

remontó su parasol arcoíris cercano                        

al pueblo. Bestias en cuevas de metal,                   

bufones como de espuma, elásticas saetas             

los bailarines.

 

Dentro del tazón                                                        

de la noche el circo abrió su resplandor,        

el gentío con sueños en la frente

fue accediendo a la hoguera multicolor.

La noche ondulaba como peces.

 

Nos abrazamos,

nuestras miradas colgaron de todas partes,

entre finas bailarinas como hebras trigales,

entre abismos de tigres y fuegos de leones.

Orgía nómade, errabunda fiesta.

 

Más allá, un payaso

oscuro como piedra del océano,

con gotas de melancolía en las entrañas,

otoñales rictus en el maquillaje floreado.

Deshojado mimo.

 

Luego un trapecista

en la casa del aire, liviano muchacho

sin alas, columpiando su vida

por la telaraña de su miseria.

¡Desafiante del enrejado abismo!

 

Sentí remontarme en tu alma,

y todo me pareció cementerio de siluetas,

mansión de desperdicios.

Fue una piedra mi sonrisa,

cuchillo de mármol, mi ánimo.

 

Bajó el frío en racimos,

cada cual se dispersó en laberintos

urbanos. Nosotros quedamos silenciosos

observando al castillo chispeante

guardarse en su propia bruma…

 

Sólo eso. Al marcharnos

un discurso de estrellas fue guiándonos

-sendero de brasas y soledad.

Al amanecer evoqué a ese circo

que, desde su agobio, celebraba mi nostalgia.