Melba Reyes A.

El poeta anĂ³nimo

 

 


Aquí, bajo de esta lápida ,

yace un hombre a quien nadie

le dedicó un epitafio.

Era un poeta que insistía en cantar

a todas  esas cosas que se dicen pequeñas

una flor,

un libro,

un pájaro…

Su madre decía que nació sin muchas ganas,

que de niño cuando escribía le estallaban los bosques.

Era el rostro del invierno y el fulgor de la llama,

También aprendió

a vestir de primaveras los otoños

y a veces

era un sitio en el campo,

una galaxia en el Universo

o tan sólo un hueco en el lago

donde ahogaba sus tristezas..

 

Hablaba del rumor de la lluvia,

de la música de la brisa al caer,

del pudor con que miraba

a la niña que a los ocho años

le dio un beso y salió corriendo.

 

Se preguntaba

cómo será el amor en la otra vida

y más que a la muerte le temía

el estrangulamiento de las ideas,

al encarcelamiento de la palabra

 

En esta lápida sin nombre me pregunto

por qué rumbos transitan nuestros muertos

y solo percibo  el latido  impaciente de un ángel

que me sonríe y me extiende la mano.

 

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