Jorge Arrizabalaga

Diga lo que diga el profesor de yoga.(Texto sagrado del Budismo Reo Disidente)

 

 

Pensar que con la Macrobiótica, después de todo, no se llega a ninguna parte. Cuento chino.

Esto no, ¿ves? Esto es serio. Ella ahí, yo acá…, y en la boca de expendio no hay palabras porque son más de las dos de la mañana, y a esta hora prácticamente la gente no se habla. O hacen el amor o duermen.

O están así, carajo, y así… no se llega a nada.

Me digo: alguna palabra debe haber.

Las voy poniendo arriba de la mesa. Las cuento. A algunas (como la palabra “vecina”, por ejemplo) las abro para ver qué se traen adentro; y no encuentro ninguna…, ninguna presentable como para llevarle.

Parece que ella tiene revólver. Ella me dijo. (No, no tiene nada que ver; es que me acordé nomás).

Y me digo: alguna palabra habrá, ¿no?

Ella está ahí, está ahí, y hace que lee pero no; seguro que también se le piantaron las palabras.

Claro, en las películas es más fácil: las palabras están preparadas de antes, qué piola.

“Tendrías que ir” –me dice mi conciencia- “aunque sea sin revólver”.

Y tardo…tardo…, y me enredo en trámites de paté de foie que, la verdad, a mi hambre, ni fu… ni fuá.

¿Oia? Foi, en francés, quiere decir “fe”. Y foie, con e, “hígado”.

¿…Ni fe…, ni hígado…?

Reíte, huevón. Ya que sos tan canchero, por qué no vas y le decís que por favor no sea tan linda, por lo menos que no sea tan linda justo ahí, en la ventana?  ¿Ehé?

No pongas esa excusa que ya la conozco. Nada de “pasar primero esto en la compu.”. No jodas. La literatura puede esperar. Ella no.

¿Ves, gil? Ya apagó la luz.

No, si con la Macrobiótica no se llega a ninguna parte. Tu carne,  y la de ella,  lo saben.

 

 

(Diga lo que diga el profesor de yoga).

 

 

 

(1992)

 

Jorge Arrizabalaga