Jesús Lantigua

MADRE

 

Madre:

 

tú que perdonas, sufres y hasta compartes mis

 

pecados,

 

languideces en mis ausencias

 

y haces creíbles mis desatinos,

 

que hablas de mí, como de Dios,

 

y repites frases todas de amor.

 

Madre:

 

tú que esperas sin más pretensiones

 

mis éxitos, mis conquistas,

 

que dignificas la memoria,

 

el corazón y la prudencia;

 

que alimentas el manantial inmenso

 

de la osadía cotidiana,

 

que das sentido lúdico

 

al momento duro,

 

a la vida preñada de amenazas.

 

Madre:

 

tú que me diseñaste como humano,

 

como príncipe de luz,

 

como náufrago  de sombras,

 

no me contamines de ausencias,

 

déjame acompañarte siempre.

 

¡Qué mis labios te rocen!

 

¡Lléname de vida!

 

¡Riégame el alma!