carminha nieves

COSAS,SOLO COSAS

 

Momentos, difíciles, todos tenemos, muchos desde que nascen, otros, por los cambios que la vida nos resera.

Cuantos poemas de amor, se han escrito, casi todos, llorando de recuerdos, de confesiones de dolor, por haber acabado, por la distancia, o por haber sido imposible continuar.

El amor, se siente, empieza fuerte, todo queda subyugado a él.

Luchamos, nos enfadamos con los demás, porque no nos entienden, pero con el tiempo, aun que quede ya no es el fuego del principio. Cambia, nos sentimos amadas, pero, la ansiedad, el temblor de nuestro corazon, ya es rutina.

Nos equivocamos, pensando que su llama nunca será pequeña, pero es, por mucho que se desee el ser querido, el día a día, se sobrepone.  Tanta cosa que se tiene que resolver, tanta cosa que se tiene que hacer, casi no tenemos tiempo, para pensar, parar y oír nuestro corazon.

Cuando en las largas noches, solas, oyendo el viento, o la lluvia, ahí sí que sentimos que estamos, apasionadas, escribimos cosas, desahogamos, lloramos llanto seco, en el papel, que es como una queja, una plegaria, un pedido de ayuda.

Sin darnos cuenta, rezamos, pedimos a Dios que nunca lo dejemos de tener.

Cansadas, dejamos la pluma, nos acostamos, pensando como desearíamos que las cosas fueran como queremos.

En el papel, quedó un cantico, a sus ojos, a su boca, a sus besos, la añoranza de momentos inolvidables, de cuerpos unidos en un abrazo, de deseos de un futuro, todo en el papel.

En muestras manos, la sequedad, del nada, en el pensamiento la incertidumbre del mañana.

Llega el sueño, descansamos, no pensamos en nada, despertamos con una sensación de que quizá fue por cansancio, que estuvimos un poco en bajo, que está todo bien.

Mismo, que el amor que  hace muchos años tuvimos, y  la inmensa distancia  ha separado, imposible,  olvidar.

Otros amores vinieran, quizá mayores, distintos, se fueran también.

Tenemos lo de ahora, quizá con más fuerza, porque sabemos que el tiempo de amar se agota, queremos vivir en poco tiempo todo, sentir todo, saborear todo, sin querer, hacemos un mundo solo nuestro.

Seguro, que  todos tenemos, bien en el fondo de nuestros corazones, un disgusto, un vacio, un sitio a donde vive a quien hemos amado, sin nos haber dado cuenta que era inmenso.

En el silencio de mis noches, lo llamo, en vano, ya marcho, para otro sitio, de donde no podrá venir y darme la mano.

Es triste la vida, si, muí triste, vivimos con alguien, lo aceptamos, acostrumbramonos a su presencia, son los padres de nuestros hijos, los respectamos, pero no vivimos.

Ellos son los maridos, los poderosos, los que mandan, una vez por otra hay una caricia, unas vacaciones, pagan los gastos, andamos de brazo dado por la calle.

Cuidar los hijos, estirar el dinero para que llegue, cargar la lavadora, hacer la comida, planchar, limpiar, cuidar de todo  son Ellas.

Las que en noches, oyendo el viento, la lluvia, sienten que no tienen lo que tanto desearían.

Tener, marido, amante y amor.

Noches despierta, mirando por una rendija  de la ventana  a la calle, los ojos como fuentes mojando mí cara, así lo he pasado muchos y muchos años.

Por mucho que afirmen, los hijos, no llenan el sitio de nuestro corazon a donde vive a quien queríamos junto a nosotros.

Se marcharan, a su vida, son como un préstamo, sin retorno.

Los amamos, si, de manera distinta, daríamos nuestra vida por ellos, también por ellos, dejamos de vivir en plenitud, lo que desearíamos haber vivido.

Somos frascos de perfume, agradables, mientras llenos, de juventud, vacios con edad, somos para echar fuera o poner en sitio que no estorben. Tanto para el hombre que vive o hace que vive con nosotras, como para los hijos.