tierra de Dario

Niños de Pantalones Cortos

Es su rutina, despiertan por la mañana y antes de marchar, quizá con una pieza de pan cuentan para desayunar, o con la bendición de una oración.

Como una canción que se canta todos los días, sigilosos cruzan las vías, fortificadas con asfalto y confiando en la señal de un alto, llegan a su estación.

Ahí están, son los niños de pantalones cortos, son grandes varones, maquillados de ternura y perfumados por las gotas de sudor que recorre sus mejillas.

Ellos no van a la escuela, no son colegiales, pero si, son expertos maestros de honradez, que dan cátedras a profesionales sin clase. Tienen mucha ética, aunque no son superdotados, son la excelencia pura y verdadera, para dolor de tantos etiquetados.

Mientras trabajan, sonríen y juegan, aun en medio de la soledad llamada sociedad, desean un poco de cariño, buscan caridad.

Atentos a la llegada de cuerpos modelos caras bonitas, barbas largas con corbatas o pieles cedas de abuelitas. Listos están para extender sus manos y con su angelical voz, solicitan una moneda la cual si llega, alojada queda en la caja fuerte de sus bolsillos.

Distintos corazones les rodean, buenos, malvados, algunos enriquecidos de amor, otros de dinero, de cariño y humildad, de egoísmo y frialdad.

Pero ellos; siguen adelante respetando su horario, tomados de la mano de la esperanza que les avanza, hacia el horizonte que termina al atardecer.

Son ejemplo envidiable, para tantos envidiosos, luchan para vivir y viven para luchar, repartiendo su inocencia, dando van lección de conciencia y verdad.

Finalizan sus labores y cuentan sus ganancias, sonrientes como siempre y llenos de muchas ansias, comparten el fruto de su dedicación.

Al terminar, niños de pantalones cortos ya cansados y agotados, huellan el camino que han marcado sus pasos y al llegar a su hogar, esperan que al cruzar la puerta, el calor de brazos amorosos, ansiosos  les envuelva de amor.

Sopla el viento, hace frio, y por la ranura de la pared, se puede ver sus rostros dormidos, iluminados por la luz de una vela y sobre una sabana de tela, reposan sus delicados cuerpos esperando el nuevo amanecer, soñando con un mejor destino, anhelando poder crecer.